Mucho estirar a los catalanes en el diván del psicólogo cuando la selección española se clasifica para la final de la Eurocopa, pero a los españoles suelta también.
Para la mayoría madridista, si la selección no recuerda al Madrid ya no tiene ese interés, y como hace mucho tiempo que el Madrid ha dejado de criar producto local, no saben mucho dónde agarrarse. Han llegado a correr sin vergüenza “Carvajal, Balón de Oro” sin darse cuenta de que más que una consigna es un mem. Y a Morata le han amargado la existencia, al igual que se hicieron hartos de silbar a Piqué o criticaron a Sergio Busquets en el Mundial de Suráfrica, hasta que Del Bosque les acalló.
Que Mbappé haya decepcionado por el campeonato que ha hecho (encima pidió no votar a la extrema derecha) y que en España-Francia no marcara las diferencias para las que le han cubierto de oro y le aplicarán un tratamiento fiscal a medida en la Comunidad de Madrid, es motivo de preocupación disimulada. Encima, el mundo repite en bucle el golazo de Lamine Yamal, cuya precocidad emparenta al chaval de Rocafonda con Edson Arantes do Nascimento, Pelé. Y eso ocurre días después de que el chico mismo revelara en el mundo la foto olvidada de Messi bañándolo en un primo, escena anticipada por Miquel Àngel en la Capilla Sixtina cuando pintó la creación de Adam, y que el barcelonismo se ha tomado , lógicamente, como un levantamiento de luz sobrenatural en la tiniebla.
Y luego, claro, está el hecho de que los dos extremos del equipo español no son rubios y blanquetes, sino hijos de inmigrantes de esos que blasma a Vox. Ser chuletas con tu selección, he aquí un privilegio que sólo pueden permitirse los que tienen (y vigilan mucho que los demás no tengan).