Esperpento político en Madrid

Los ciudadanos madrileños se han ido a dormir este miércoles sin saber si hay unas elecciones convocadas para el 4 de mayo a la Asamblea de la Comunidad o si habrá una moción de censura contra la presidenta Isabel Díaz Ayuso. El galimatías jurídico es tan grande que quien tendrá que decidir con toda probabilidad será la justicia, en un tipo de actuación que hasta ahora solo estábamos acostumbrados a ver en Catalunya.

Ahora bien, la escenificación de la crisis tuvo más que ver con un esperpento de Valle-Inclán que con otra cosa. El detonante fue la moción de censura pactada en Murcia entre Cs y el PSOE para desalojar los populares de la comunidad autónoma y el Ayuntamiento. Era un movimiento circunscrito a Murcia, pero Ayuso lo interpretó como la antesala de un pacto similar en la Comunidad y se quiso adelantar firmando una convocatoria electoral. El problema es que el decreto no entra en vigor hasta el día siguiente, cuando se publica en el boletín oficial, y por eso los grupos del PSOE y Más País lo aprovecharon para presentar dos mociones de censura a la Asamblea y así cortocircuitar los planes de la presidenta madrileña. La mesa del Parlamento se reunió y aceptó a trámite las mociones de censura, de forma que ahora habrá que dilucidar qué tiene validez: la convocatoria electoral o las mociones de censura. La imagen que ha dado Madrid, no obstante, es penosa, de un descrédito claro.

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Si finalmente hay elecciones, sin embargo, ya sabemos con qué mensaje y con qué socios se presentará Ayuso. Este miércoles ya dijo que los madrileños tendrán que elegir entre "socialismo y libertad", como si estuviéramos en un régimen autoritario de tipo venezolano. Y el único socio que tendrá para formar gobierno será la extrema derecha de Vox, que ayer se frotaba las manos y pedía elecciones también en Andalucía y Castilla y León. La posibilidad de un gobierno de coalición entre el PP y Vox de estilo trumpista en Madrid es ahora una posibilidad muy real, y más viendo la división y la dispersión de candidaturas que hay a la izquierda. Lo que sí que se puede anticipar es que Cs quedará reducido a la mínima expresión, como ya pasó en Catalunya.

Por eso, el movimiento de este miércoles amenaza con provocar una implosión interna en Cs, es decir, una rebelión de los dirigentes que defienden los pactos con el PP y la línea dura de oposición al gobierno Sánchez-Iglesias contra la línea impuesta por Arrimadas. En este sentido, la líder naranja es víctima de la estrategia que aplicó cuando estaba en Catalunya, la de la crispación y el choque identitario, que fueron el caldo de cultivo para el crecimiento de la extrema derecha. Y es que se ha demostrado que aquella España moderna y centrista entre el PSOE y el PP que defendía resulta que al final no existía o es muy minoritaria.

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La crisis beneficia una vez más a los intereses de Pedro Sánchez, que con una sola jugada se puede deshacer de los dos barones del PP más críticos con él, el presidente murciano Fernando López Miras y la madrileña Díaz Ayuso. Habrá que ver, sin embargo, si es capaz de aprovecharlo.