L’OBSERVADORA

Respirar otra vez

Esther Vera
4 min
Respirar un altre cop

BarcelonaNunca tantos norteamericanos habían ido a votar y pocas veces un recuento de papeletas había mantenido tanto tiempo a tanta gente con la náusea sobre el futuro. Había habido precedentes, como en el 2000, cuando la disputa duró 36 días, pero se focalizó en un solo estado, Florida, con sus famosas papeletas mariposa, que llevaron a George Bush Jr. a la Casa Blanca por solo 537 votos. Entonces, el candidato demócrata concedió la victoria con elegancia y dio por acabada su carrera política. Esta vez no lo esperen.

Esta vez, el recuento se ha alargado de martes a sábado y el presidente saliente mantiene un guion preparado a conciencia durante meses para intentar embarrar la credibilidad de los resultados y deslegitimar la victoria demócrata.

Trump empezó a escribir tuits insinuando que las elecciones no serían impecables hace ya meses, y el miércoles de madrugada ya habló de “fraude”. De hecho, desde el primer momento del recuento habló de trampas y de denuncias, que difícilmente prosperarán pero que introducen incertidumbre y malestar. Trump ha intentado resistir en la Casa Blanca con sus tuits de madrugada y sus intervenciones mediáticas extemporáneas, pero ha perdido las elecciones y los EE.UU. tendrán que demostrar qué queda de su mejor tradición, la que es capaz de sumar la diferencia y sobrevivir a un megalómano.

La pregunta es qué precio está dispuesto a hacer pagar Trump al país en términos de credibilidad del sistema democrático y de paz social. La respuesta la tendremos en los próximos días, y los antecedentes de su retórica divisiva y amarga durante su mandato no permiten ser optimista. Aún así, Donald Trump ha perdido las elecciones y no esperaba el silencio de los muchos republicanos que han dejado hacer el recuento sin sumarse a la teoría conspirativa, ni que la Fox, la reptil, su correa de transmisión durante los últimos cuatro años, haya decidido no mentir sobre los resultados.

La victoria de Joe Biden permite prever algunos cambios importantes en la forma y el fondo en política interior y exterior. Biden es un centrista que ha utilizado un lenguaje moderado para referirse a los contrincantes políticos y un candidato elegido para no asustar a los republicanos moderados. Biden tiene una larga carrera de demócrata dialogante y con Kamala Harris han hecho una campaña tranquila, racional y pragmática que los puede llevar a pasar una de las páginas más indecentes de la política norteamericana.

EL TRUMPISMO SE QUEDA

Pero que Biden gane no significa el final del trumpismo. Los buenos resultados de esta especie de hombre bala, caótico y desafiante contra el sistema que es Donald Trump permiten pensar que habría sido reelegido si no se hubiera producido la pandemia.

Trump cogió al mundo desprevenido en 2016, pero esta vez ha estado a punto de ganar por segunda vez y con cuatro años actuando como un proyectil contra las instituciones y las convenciones que habían construido políticamente el país. Cuatro años avivando la polarización y la fractura, la violencia y el racismo y mintiendo descaradamente no han impedido un buen resultado.

La transición no será en ningún caso fácil. El presidente tiene hasta el 20 de enero para continuar con su mala praxis y no se puede descartar que destruya documentación, tome decisiones políticas o militares in extremis, decrete indultos o tome decisiones para su beneficio empresarial.

¿Por qué Trump ha resistido electoralmente? Probablemente la situación económica y un paro del 3% han sido fundamentales, como sus mentiras sobre un eventual confinamiento decretado por los demócratas, la seducción que tienen las personalidades carismáticas fuertes como la suya y el éxito avivando el racismo y el odio en una sociedad convulsa. Como ha escrito Thomas Friedman en el NYT, “en la década del 2040 los blancos serán el 49% de la población norteamericana, mientras que los colectivos hispanos, negros y multirraciales representarán el 51%”. El país está cambiando y una parte de la mayoría blanca tiene miedo también del cambio demográfico, después de los cambios industriales y de la economía que Trump ha sabido explotar.

Trump tiene una actitud confrontacional y divisiva que con una personalidad autoritaria parece dar control mientras siembra el caos. De momento, su capacidad de dinamitar los valores democráticos desde dentro de la Casa Blanca parece que se acaba, pero el hombre bala continuará disparándose con la ambición de recuperar el poder para él o su familia para evitar la justicia. Mientras tanto, empieza el trabajo de reconstrucción del país y Biden estará acompañado del verdadero cambio, la vicepresidenta Kamala Harris. Es en ella en quien deposito la confianza de que la decencia en política es posible, de que la transformación positiva de la sociedad puede ser el eje de actuación y de que la falta de escrúpulos y la mentira no son siempre la opción. Biden y Harris son políticos formados, la antítesis de la ignorancia orgullosa de Trump. Medio país y medio mundo confían en que vuelvan a la multilateralidad en la lucha contra el cambio climático y a la decencia y la integridad como valores a enseñar a las generaciones futuras. Que se pueda respirar, en definitiva.

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