Ilustración web
05/02/2025
Directora del ARA
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La política europea tiene que pasar de esa estupefacción actual a una acción decidida para defender el modelo social y económico y los valores que la han construido. Hiperdiagnosticados como estamos, deberíamos ir pasando a la práctica para afrontar los desafíos de la nueva era en un marco en el que hay demasiada burocracia, baja productividad, un creciente envejecimiento de la población, materias primas demasiado caras y una vieja economía que se va desgastando paralelamente a una nueva economía que tiene dificultades para eclosionar al ritmo de China o Estados Unidos.

La llegada de Donald Trump y su élite de tecnócratas obliga a Europa a despertar del letargo y convencerse de que la mano protectora de Estados Unidos ha pasado a ser una mano amenazante dispuesta a asfixiar a los vecinos y socios tradicionales. Nada será más estimulante para el despertar de esta Europa pasmada que ver cómo Donald Trump empieza a aplicar su agenda económica y comercial proteccionista, su modelo de crecimiento excluyente y avaricioso, una política exterior expansiva y unilateralista y una política reaccionaria en cuanto a los derechos civiles. Nada será más eficiente para que Europa se ponga en marcha que darse cuenta de que Trump no tiene varios registros sino que su retórica de reality show es su programa político efectivo y genuino.

Trump es el detonante, pero la inacción de Europa viene de lejos. Entre 1993 y 2022 el PIB por cápita de EE.UU. creció más de un 55% y el de Europa un 30%, lo que significa que si la UE fuera un estado de EE.UU. en 2023 habría sido el cuarto más pobre (en paridad de compra), solo por delante de Arkansas, Virginia del Oeste y Misisipi. Los datos los publicó hace meses el profesor del Iese Xavier Vives.

La productividad no solo es importante para el dinamismo económico, sino también para el bienestar de la población. En este contexto de pérdida de competitividad, Europa representa hoy el 6% de la población mundial pero el 18% del PIB mundial y el 42% del gasto social. El modelo es insostenible sin repensarlo. Europa no puede convertirse en una antigüedad civilizada e insostenible que se vaya carcomiendo por la inacción de los europeístas y también por el sabotaje activo de los caballos de Troya de la extrema derecha estadounidense aliada con la ultraderecha local.

Europa debe pasar del modelo manufacturero a la nueva economía con determinación. En palabras de Lagarde y Von der Leyen ayer en el Financial Times: "Nuestra competitividad está en riesgo. Mientras se despliega una revolución global en inteligencia artificial, la UE puede encontrarse al margen. Nuestros tradicionales campeones manufactureros están perdiendo cuota de mercado global. Los cambios geopolíticos están transformando nuestras dependencias en vulnerabilidades y cargando a nuestras empresas con altos precios energéticos". Es decir, es necesario que la UE sea un lugar donde sea más fácil que crezcan las empresas innovadoras, un lugar donde se favorezca la inversión y donde sea más barato hacer negocios, especialmente en términos de costes energéticos.

El declive del gigante modelo alemán, dependiente de la industria y las exportaciones, debe indicar el camino para salir y evitar reproducirlo. No es nuestro modelo económico, pero si el motor de Europa gripa, no nos va a favorecer al resto de europeos. Escribe Wolfgang Münchau en el libro Kaput, el fin del milagro alemán (Ed. Plataforma): "El fracaso de la política fue apostar por un modelo antiguo cuando las circunstancias externas cambiaron. Fue una decisión política, no un descuido. Alemania decidió no invertir en la economía digital, sino centrarse en la competitividad de costes de sus industrias existentes. Esto significó que cuando el viejo modelo entró en crisis, no hubo otro para reemplazarlo". La crisis económica se ha superpuesto a una política abierta con la inmigración, cuando en el 2015 la canciller Angela Merkel abrió sus puertas a los refugiados sirios, a la falta de oposición de los partidos tradicionales y a una economía dependiente de un modelo disfuncional. El electorado se ha dividido en comunidades rurales conservadoras y áreas metropolitanas de tendencia de izquierdas y los partidos radicales antiinmigración representan hoy el 25% del electorado.

La amenaza de la ultraderecha antiinmigración y antieuropeísta tiene un poderoso caldo de cultivo en la crisis económica. El futuro de la Europa que imaginamos, y que es la de los fundadores, pasa por repensar la realidad. Ser autosuficiente en las nuevas tecnologías, una economía diversa y competitiva, capacidad de endeudarse conjuntamente para hacer frente a las reformas y adaptarse al nuevo mundo. Quizá Europa no pueda tenerlo todo a la vez: una alianza transatlántica que proteja su seguridad a buen precio y relaciones especiales con Rusia y China. Europa necesita acción, mutualización de la deuda y pensar en grande.

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