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Finals de era

El 17 de septiembre de 2011, los Estados Unidos acababan de conmemorar el décimo aniversario de los ataques a las Torres Gemelas; el primero desde el asesinato de Osama bin Laden. Los alrededores de la Zona Cero -entonces en plena construcción- se habían convertido en el barrio de Nueva York que más crecía, hasta el punto de que sus habitantes se habían triplicado desde el 11-S, mientras la crisis financiera ahogaba buena parte de las economías occidentales y a millones de familias. Ese 17 de septiembre, el denominado “99%” ocupó el Zuccotti Park del distrito financiero de Manhattan. Como el 15-M, las revueltas árabes o los movimientos de indignación que emergían entre los jóvenes de América Latina, era una protesta contra la injusticia y las desigualdades. Un momento de efervescencia que se desvanece en el retrovisor de esta década de crisis económica y de crisis ética, que nos ha dejado en herencia la volatilidad electoral y un sistema democrático que también entró en recesión a nivel global.

En palabras del profesor Robert Skidelsky, la desregulación de Thatcher y Reagan convirtió el crédito barato en una nueva forma de contrato social, que renunciaba a la protección en favor del consumo. Las desigualdades provocadas por la crisis económica y financiera, en cambio, erosionaron la confianza ciudadana en los sistemas políticos que los hicieron sentir desprotegidos.

Vulnerabilidades. Hace diez años de aquel momento de cambio; de aquel descalabro que nos tenía que llevar a una refundación del sistema económico que no llegó nunca. Justo ahora, cuando los expertos anuncian que estamos en otra línea de fractura del orden internacional, marcado por el antes y el después del covid-19. Si la crisis económica post Lehman Brothers se anunciaba como el funeral del thatcherismo, ahora los estragos en el sistema político provocados por la pandemia obligan -dicen los expertos- a repensar unas instituciones internacionales que fallaron en eficacia y rapidez en los peores momentos de la crisis del coronavirus, y que hoy son incapaces de garantizar un proceso de vacunación global mínimamente igualitario. Pronto hará dos años de los primeros casos de covid-19 reconocidos en China. Dos años de otra toma de conciencia de nuestra vulnerabilidad. Como lo fue el 11-S, o como nos hicieron sentir, también, unas primas de riesgo desbocadas mientras el poder político se conjuraba para rescatar al sistema bancario.

Transformaciones. El viernes de madrugada, Joe Biden y Xi Jinping hablaron por teléfono durante una hora y media para evitar que la competencia entre ellos “derive en un conflicto”. Una conversación, y un momento concreto, que resume cómo se ha transformado el mundo en los últimos veinte años. El poder militar de los Estados Unidos se marcha humillado de Afganistán. El liderazgo global de Washington ha quedado tocado por los costes económicos y sociales de dos guerras imposibles de ganar. Mientras los norteamericanos se retiraban del multilateralismo, el poder global se fragmentaba y cambiaba de manos. La hegemonía de los Estados Unidos se empequeñecía ante una China que extendía su influencia a través de la construcción de infraestructuras, el crédito y la tecnología.

¿Quién pagará las facturas sociales de las nuevas transformaciones en marcha? Mientras todavía recosemos heridas de las guerras del cambio de milenio y se aprueban planes de ayuda por el choque económico de la pandemia, crece la conciencia de que se han subestimado durante demasiado tiempo los costes económicos, sociales y de seguridad del cambio climático.

Carme Colomina es periodista.

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