

Hay un mínimo minimísimo para resolver un conflicto pacíficamente: el reconocimiento del otro. Es un paso imprescindible para sentarse a negociar. Lo saben bien quienes viven políticamente del fantasma de ETA y se resisten a intentar cerrar la herida. "Bildu consigue que Sánchez se haga la foto de la vergüenza", dice la portada de La Razón. No consta que la foto de Feijóo con un narco mereciera apelativos similares. En fin, cuestión de criterio. El Mundo abre la suya con: "Sánchez se retrata con Bildu sin condenar el terrorismo".
Uno ya da por hecho que la caverna nunca reconocerá a Otegi su papel a la hora de conseguir que ETA haya desaparecido y que la lucha por la independencia vasca se haga desde hace años por vías exclusivamente políticas. Pero el mantra de la condena al terrorismo es una excusa de mal pagador. Cierto es que los dirigentes abertzales no lo han dicho en los términos que los demás quisieran, pero también lo es que, a diferencia del IRA, el proceso hacia las vías pacíficas se ha llevado a cabo sin escisiones que lo pongan en peligro. Y hay que saber sumar dos más dos para entender que los equilibrios semánticos han sido necesarios, en favor del fin de la violencia. ETA pidió perdón explícito, por cierto, a las víctimas "sin responsabilidad alguna". Años después, Otegi admitió que aquella violencia "no debería haberse producido" y también dijo: "Sentimos su dolor". La extrema derecha, mientras, trafica con ese dolor con el objetivo paradójico de torpedear la convivencia en el País Vasco. Ojalá algún día se complete el proceso de reparación moral para todos y, dado que hablamos de reparaciones, se reconozca también el dolor sufrido en manos de la represión del Estado. Y puestos a pedir imposibles, quizás algunos diarios deberían pedir perdón por atizar la confrontación en Euskadi por vender más diarios en Madrid.