El caso de abusos de poder y acoso sexual destapado por el ARA en el Institut del Teatre de Barcelona continúa su curso. La institución afectada ha dado a conocer los primeros resultados del trabajo llevado a cabo por la comisión de prevención e investigación activada por un asunto que ha sacudido la profesión y la opinión pública, y que llevó a la dimisión en bloque del equipo directivo del centro. Las conclusiones de esta comisión de seguimiento afectan a trece profesores, de los cuales tres serán expedientados y uno será llevado a la Fiscalía por indicios de acoso sexual. De las diez instancias recibidas de diecinueve alumnos y ex alumnos, la comisión solo se ha centrado en los casos de alumnos o ex alumnos que hayan dejado el centro como mucho hace un año. El departamento de recursos humanos del mismo Institut se tendrá que ocupar del resto. Queda mucho por aclarar. Y es importante que se vaya hasta el fondo, por respeto tanto a las víctimas como a la misma institución.
Lo mejor para el Institut del Teatre es no dejar las cosas a medias, sino ir hasta el final sobre los hechos denunciados para enfocar el futuro con garantías, para recomenzar con la máxima confianza. Una institución educativa de alto nivel como esta –de hecho, ningún centro educativo– se puede permitir ni la más mínima sombra de sospecha en cuestión de abusos. Se juega la supervivencia y la credibilidad. El Institut del Teatre, con un siglo de historia detrás suyo, ha sido y tiene que continuar siendo una institución de excelencia que abastezca de futuros buenos profesionales a un sector teatral catalán que ha demostrado también, durante décadas, su capacidad creativa. Hay que recuperar la confianza ciudadana en un sector respetado y altamente valorado. Los primeros interesados en hacer que esto pase son los mismos actores y actrices, y todo el entorno profesional teatral.
La actual directora interina del Instituto, Núria Plana, reconoce que hay que "construir un nuevo paradigma en un entorno seguro y protegido" dentro del centro. Por fortuna, en cuestiones de abusos, la sensibilidad social ha cambiado mucho en pocos años, y conductas que en el pasado eran silenciadas e incluso toleradas hoy ya no lo son. El Institut del Teatre, como ha pasado con muchos casos en otros entornos laborales, religiosos o deportivos también destapados y denunciados por este diario, arrastraba prácticas que hay que desterrar de raíz y de una vez por todas. Para hacerlo, claro, no basta con pasar página: hay que aclarar de verdad lo que ha pasado. Y a partir de aquí, en efecto, está la oportunidad de recomenzar con nuevas bases una relación de respeto entre todos los integrantes de la comunidad, donde los lugares de poder no sirvan en ningún caso de base para ningún tipo de acoso psicológico o sexual. Tiene que quedar claro, por lo tanto, que en el seno del Institut del Teatre no se repetirán malas praxis en las aulas, cosa que sin duda no tiene por qué ir en detrimento ni de la libertad de cátedra ni de la creatividad y sensibilidad artística de profesores y alumnos. De hecho, un entorno más respetuoso no hará sino potenciar todos estos aspectos.