Si no lo leíste, es recomendable recuperar el dossier del domingo del ARA, que llevaba por título genérico una pregunta clara: "¿Dónde vas, Israel?" Por el momento se encuentra (o mejor dicho: nos ha llevado) en un descalabro ético, afirmaban los filósofos Victoria Camps y Santiago Alba Rico, que recordaban el Holocausto y el apartheid, y se cogían a Adorno para intentar comprender el derrumbe que supone el exterminio perpetrado por Israel en Gaza, con el consentimiento tácito de Occidente. Tácito o explícito, en el caso de la administración Trump. Un reportaje de Francisco Millan da un testimonio incómodo de la guerra vista por ciudadanos israelíes que la justifican. Algunos son civiles, otros militares en activo. Desde un gorila de discoteca hasta un joven sargento israelí que combate en la Franja, pasando por un hombre que se acerca al periodista mientras pasea al perro, todos son de un mismo parecer, que se puede resumir así: "Hamas nos odia y quiere hacer desaparecer a Israel. Nosotros debemos hacerles desaparecer". Es una exposición clara y concisa del odio, de cómo toma y cómo funciona. Como argumento, esgrimen los 1.400 muertos y los cientos de rehenes hechos por Hamás en la masacre del 7 de octubre de 2023. Olvidan mencionar los más de 50.000 muertos en Palestina desde entonces, además del ahogo, la hambruna, la devastación y los crímenes. Hay odio (y su buen amigo, el cinismo) asegurado para varias generaciones más de conflicto.
El odio y el cinismo se contagian deprisa, y son el alimento de nuestros días oscuros. En la otra punta de mundo, el gobierno americano que da pleno apoyo al de Israel (lo han hecho todas las administraciones de EEUU, pero el trumpismo añade la complacencia con la que se mira el genocidio de los palestinos) hace un despliegue militar nunca visto en una de las ciudades más destacadas del país, con el propósito de sofocar las revueltas de los hispan. Trump piensa que de esta forma exhibe la mano dura que prometió en campaña electoral, y que de hecho le valió muchos votos de la comunidad hispana. Naturalmente, hacer aparecer cinco mil efectivos de la Guardia Nacional, armados hasta los dientes, en una ciudad como Los Ángeles supone tensar (no sé por qué llaman ahora "tensionar") a la sociedad hasta mucho más allá de lo soportable, y ya empiezan a producirse disturbios en otros estados importantes, como Texas o Nueva York. Estamos y no estamos lejos de una distopía como la del filme Civil War, en la que un presidente ficticio de EEUU llegaba a ordenar ataques militares contra la población americana. Estamos y no estamos lejos de Gaza. Hace tiempo que Trump especula con los baños de sangre: lo ensayó en el asalto del Capitolio y no acabó de salir adelante, aunque tampoco ha pagado precio alguno por ello.
La cuestión, decíamos, son los momentos en que la humanidad parece desfondarse, como un viejo baúl con el fondo digerido, que se desgaja y suelta todo su contenido también podrido. De Gaza hasta Los Ángeles, pasando por Ucrania, Yemen o Sudán, estamos en este punto.