Gaza hace doscientos años

Una familia en la ciudad de Gaza, este miércoles.
28/10/2025
Escriptor i professor a la Universitat Ramon Llull
3 min

Pese a la gravedad de la situación, el interés mediático por Gaza declina. Por el momento parece que, por suerte, los planes erráticos de Trump para la región, incluida la posibilidad de una gran zona de ocio ubicada sobre un inmenso cementerio, se han detenido. En circunstancias como ésta parece que debe estar pendiente de la actualidad más frenética para poder entender algo. Sin embargo, también hay que mirar atrás y no me refiero precisamente a la fundación del Estado de Israel oa las sucesivas guerras que este hecho desató. Tengo la suerte de poseer en mi biblioteca de cosas más o menos raritas la primera edición de los siete considerables volúmenes de la Correspondance de Oriente (1834) de Michaud y Poujoulat, bellamente editada en París por Ducollet. Dicho sea de paso, las 3.000 páginas de la obra están impresas en un papel más blanco que el de libritos hechos hace un par de años. Si no voy equivocado, nunca se ha publicado en catalán ni en castellano, ni tampoco en inglés. En cualquier caso, pueden consultarla online en la Biblioteca Nacional de Francia.

La Correspondance de Oriente es una obra epistolar que recoge las impresiones de Joseph-François Michaud (1767-1839) y Baptistin Poujoulat (1809-1864) durante su largo viaje a Oriente Medio. Las cartas combinan descripción, reflexión histórica y apuntes bastante heterogéneos. Emprendieron aquella incierta aventura con el objetivo de documentar el mundo oriental en un momento en el que despertaba un gran interés filosófico y político. También artístico, evidentemente: la pintura romántica está llena de fantasías orientalizantes. La mirada de Michaud y Poujoulat está marcada por la voluntad de preservar la memoria europea en aquellas comarcas, sobre todo en relación con la huella de las Cruzadas. El recorrido incluye Grecia, Constantinopla, Asia Menor, Siria, Palestina y Egipto, y cada volumen se centra en una etapa distinta del viaje. Hay una detallada descripción de Gaza en la carta CXXXI, contenida en el quinto volumen entre las páginas 390 y 414. Algunas afirmaciones llaman la atención hoy.

Una hace referencia a la heterogeneidad étnica de la zona: "En ningún sitio de Palestina se ve una variedad tan grande de indumentarias como en Gaza", incluida la de los cristianos ortodoxos que todavía viven en ella (hablamos de la década de 1830, cuando la zona formaba parte del Imperio Otomano). La segunda subraya una supuesta enemistad histórica, antigua y profunda, entre los descendientes de los filisteos y los hebreos, que los autores consideran vigente: es la misma que describe el Antiguo Testamento. Sorprende también la rotundidad con la que se hace referencia a la miseria del lugar: "Nunca he visto tantos mendigos como en Gaza". En definitiva, hace doscientos años aquella parte del mundo era, al menos según Michaud y Poujoulat, cualquier cosa menos idílica, incluso si la comparamos con otros lugares de Palestina igualmente pobres. El sitio, además, está superpoblado y es inseguro. La convivencia interétnica no es nada buena, ni allí ni en Jerusalén.

En este sentido, me sorprendió una anécdota muy desagradable que aparece al final de la carta CIV, contenida en el cuarto volumen y fechada en febrero de 1834. Poujoulat explica que cuando estaba en Jerusalén se le acercó un chico judío y le preguntó en italiano si tenía noticias de sus hermanos de Esmirna. Mientras, un niño cristiano ortodoxo de unos diez años le pregunta (en griego) por qué se rebaja a hablar con un judío. "Este chico no me ha hecho nada malo", le responde Poujoulat. En unos instantes se reúnen otros niños ortodoxos y comienzan a apedrear al chico judío, que se fuga de milagro (p. 339).

El extenso epistolario entre Joseph-François Michaud y Baptistin Poujoulat es sólo una gota en el océano de la larga y densa historia de un territorio habitado desde hace miles de años por culturas y religiones muy diversas. En cualquier caso, muestra con cierta claridad que algunas cosas que hoy se atribuyen a hechos históricamente muy recientes derivan, en realidad, de inercias remotas que a menudo no tomamos en consideración. Esta conexión no legitima ni deslegitima nada; simplemente permite ubicar los hechos algo más allá del presentismo, las imágenes descontextualizadas de las redes y el ruido incesante de comentarios generados a través de la IA y derivados del narcisismo ambiental. La Correspondance de Oriente sirve también para entendernos a nosotros mismos. En los occidentales, quiero decir. Hace dos siglos, Gaza, o Oriente en general, tenía una función de espejo, por supuesto distorsionado por los prejuicios de la época (en ese caso, del Romanticismo). Ahora tenemos también nuestros prejuicios (los de la posmodernidad paródica), aunque a menudo no sabemos verlos.

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