Insolencia

Alberto Núñez Feijóo durante el pleno del Congreso
14/07/2025
3 min

El pasado miércoles se jugaba en el Congreso el futuro inmediato de Pedro Sánchez. Era una gran oportunidad para el PP de marcar un paso definitivo hacia la alternancia. Lógicamente, a Feijóo le tocaba afinar y no halló el tono. Una vez más, el resentimiento le hizo perder el mundo de vista. Y demostró sus limitaciones. ¿Qué tocaba? Aparecer en escena como el líder con proyecto dispuesto a asumir la presidencia para sacar al país del callejón sin salida. Con expresión cursi, podríamos decir que tenía que hacer de estadista: mostrar unos objetivos, una solvencia, una seguridad a la altura de un momento difícil y frente a un presidente acorralado. ¿Qué hizo? Un berrinche de los suyos. Un listado de acusaciones, en el que se mezclaban realidades, indicios, falsedades y fabulaciones sin rigor alguno, con una retórica inflamada de demonización de Sánchez, hablando deprisa y casi a gritos. Ni una idea propia, ni una propuesta contra la corrupción, ni un perfil de alternativa, ni una señal de hacia dónde debería reconducirse todo. Sánchez delincuente. Punto y seguido.

Resultado: un alivio para Sánchez y la enésima constatación de los límites de un líder del PP que es incapaz de responder al desconcierto del gobierno con un relato y unas propuestas convincentes. Ni una aportación crítica a la serie de medidas propuestas por el presidente Sánchez. Y, sin embargo, el PP debería tener experiencia: ningún partido le gana en historial de corrupción.

Feijóo perdió una oportunidad de dar un paso adelante –del ruido a las propuestas– y atrapar a Sánchez poniéndole deberes. Nada de nada. Sánchez salvó un primer balón de partido. Y Feijóo sigue exhibiendo sus límites: para él el poder no se gana con un proyecto, con propuestas, generando confianza, sino con la destrucción del adversario. Se le puede hacer largo. De momento, el miércoles, Sánchez logró una tregua, Vox confirmó que se le ampliaba el terreno (Abascal no para de hablar y proponer) ante un PP que lo apuesta todo a la carta de la corrupción, y en la atmósfera quedó la duda de siempre. ¿Por qué el PP sigue aguantando a Feijóo, que es un freno incluso en una coyuntura favorable? Y entonces se sorprenden de que la resistencia de Sánchez continúe.

La alternancia requiere construir una alternativa. La crisis del PSOE es evidente que es una oportunidad para la derecha. Pero si el PP se descuida y no tiene otra arma que la denuncia de la corrupción (tema en el que no va sobrado de autoridad moral), puede encontrarse atrapado, entre Abascal y la actual mayoría parlamentaria, por incapacidad de conseguir apoyos más allá de su espacio. Es cierto que el camino de Feijóo es estrecho: cuanto más estira Vox, más difícil lo tiene el PP para no perder el centro. En estos momentos no tiene disponible el espacio de las antiguas alternancias. Y cuanto más dependa de Vox, menos lo tendrá. ¿Qué significa esto? Que necesita un liderazgo que le dé un proyecto propio y le permita reconducir la relación con el PNV y Junts y –en la dinámica del voto útil– recuperar a votantes de Vox. La apuesta de Feijóo del pasado miércoles fue en sentido contrario: parapetado en su rigidez, se aleja de unos y de otros. Y cuesta entender que esto guste a los poderes económicos que se supone que están prestos a echarle una mano. Si pierde el oro ya solo le quedará la insolencia.

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