Interrogantes para el 2022

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Los colos de la Unión Europea proyectados sobre la torre Eiffel.

¿Quién? Empieza otro momento crítico para la Unión Europea. Es el año que tiene que empezar a revertir el impacto social y económico de una pandemia que nos parece inacabable, en el que la migración continuará atrapada por la instrumentalización política y la falta de voluntad de los gobiernos. La UE está convencida de que este 2022 se decidirá su capacidad de influencia global. Todavía estamos en estos primeros días en los que objetivos y deseos se confunden; en los que las tensiones geopolíticas se arrastran de un calendario al siguiente. 

El mundo está “sobrediagnosticado”, como reconoce el informe de prospectiva del Cidob sobre los diez temas que marcarán la agenda internacional este 2022: “Sobran datos y conclusiones sobre las grandes transiciones en curso, como la digital, la verde y la laboral”. Sabemos perfectamente cuáles son las vulnerabilidades del sistema internacional y cuáles son las transformaciones económicas, sociales y tecnológicas que continuarán dominando la agenda política de los próximos meses. Lo que no sabemos, sin embargo, es quién liderará estas transiciones. El poder político también está en transición.

Las elecciones en Francia y Hungría, y la renovación de la presidencia italiana, entre otras cosas, pondrán a prueba la fuerza de las agendas divisorias de la extrema derecha en una Unión Europea en plena reconfiguración de alianzas políticas, con un nuevo gobierno alemán y un aumento de la tensión en la frontera con Rusia. El populismo se examinará en las urnas –en Brasil y en Filipinas– y en unos Estados Unidos enrocados, tanto por el bloqueo legislativo como por el rearme del trumpismo, más allá de Donald Trump. Incluso laChina, que sobresale en la construcción de su poder global, comienza también un año difícil en en el que Xi Jinping intentará asegurarse un tercer mandato presidencial para convertirse en el líder chino más poderoso desde Mao Zedong.

¿Cómo? La pandemia ha ampliado las desigualdades: la velocidad de recuperación entre los países más ricos y los más pobres; pero también entre las diferentes capas de la sociedad, castigando a las personas más vulnerables; se han acelerado las grandes asimetrías en la propagación de la vacunación –solo un 9% de la población del continente africano tiene la pauta completa–, y las diferencias entre los procesos de adaptación de los mercados laborales, en los patrones de consumo, y en la demanda industrial. No hay consenso a la hora de hacer frente al desafío de la pandemia, ni sobre cuál es la mejor manera de gestionar estos procesos de cambio. El mundo se debate entre la cooperación y la competición. Avezado a la crisis permanente y arrastrado por la urgencia de la inmediatez. Y mientras tanto, la necesidad de reforma de los grandes organismos internacionales continúa pendiente o avanza tan lentamente que no pueden responder a la reconfiguración del pulso geopolítico que se vive entre el este y el oeste.

¿Dónde está el límite? De aquí a ocho años, según los expertos, la emergencia climática habrá llegado a un punto de no regreso. La aceleración de la degradación medioambiental topa con las dificultades de consensuar respuestas compartidas. La transición verde también avanza a diferentes velocidades. Pero no se trata solo de la reducción de emisiones contaminantes sino también de la necesidad de que esta transición verde se haga de manera justa, entre países, entre sectores, entre territorios e individuos. ¿Dónde está el límite de la Europa fortaleza, que se volvió a poner a prueba en 2021? ¿Hasta dónde pueden llegar las desigualdades de oportunidades y la distribución injusta de los costes de la pandemia? 

La legitimidad política de gobiernos e instituciones está cada vez más determinada por el efecto erosionador de estas desigualdades y el malestar que causan. Llevamos años de encuestas y resultados electorales que confirman el diagnóstico. Ahora hacen falta respuestas porque los límites están cerca.

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