La investidura y la "decadencia" de Cataluña

4 min
El candidato a la investidura, Pedro Sánchez, en rueda de prensa en la Moncloa

Decadencia, estancamiento, oportunidad: son tres palabras que he leído y oído con frecuencia estos últimos tiempos, y creo que vale la pena comentarlas en estas semanas llenas de novedades de futuro, tanto para Cataluña como para España, y sin olvidar Europa. Quiero centrarme sobre todo en nuestro país y en el Estado, pero no puedo dejar de tener en cuenta el papel de la UE. Ante los retos y las dificultades que tenemos delante, debemos tener suficientemente claro si sabemos hacia dónde queremos ir, y el tipo de sociedad que queremos, y que podemos, construir. Una vez definidos los objetivos, habría que hablar de los caminos para llegar a ellos.

1. Situación actual. He oído a menudo voces que dicen que Cataluña está en un período de decadencia; otros hablan de recuperación. Tengo la sensación de que, de forma inconsciente y también interesada, cada parte mira la realidad parcialmente o desde un punto de vista distinto. Pongo dos ejemplos que se entiendan: puede que crezca el PIB e incluso el PIB per cápita, pero si al mismo tiempo aumenta el índice de Gini que mide las desigualdades, no podemos hablar de progreso y quedar satisfechos. También puede que aumente el empleo, pero si los puestos de trabajo creados son temporales y con unas retribuciones que no permiten una vida y una vivienda digna, no podemos valorarlo positivamente.

Creo que Catalunya, al igual que España y buena parte de los países europeos, está viviendo desde hace ya unos 20 años una realidad que yo llamaría de estancamiento. Es decir, no alcanzan el ritmo de los cambios necesarios y no pueden añadirse al progreso de otras partes del mundo. Esto está provocando en las personas una decepción en el presente y una carencia de fe en el futuro, y se manifiesta en muchas protestas públicas, en la falta de confianza en la política y en el progresivo crecimiento de opciones políticas de derechas y ultraderechas, que aprovechan esta realidad ofreciendo soluciones populistas y falsas que ponen en peligro a la democracia.

2. Estancamiento. Cuando me cojo a este concepto en vez de cogerme al de decadencia es porque pienso que, si existe el peligro de que esta última llegue, en buena parte sería consecuencia de una insuficiente –ya veces errónea– actuación de los gobiernos a la hora de tomar medidas para solucionar los problemas reales de los ciudadanos, sean de tipo económicos, sociales o de infraestructuras necesarias. Las causas de esta insuficiencia son principalmente dos: la priorización y la dedicación de los gobiernos a actuaciones políticas de otros tipos que llenan gran parte de su tiempo, y la gran dificultad para poder establecer los necesarios pactos y las imprescindibles coaliciones entre grupos, debido precisamente a sus discrepancias en estos otros temas más políticos, lo que impide el diálogo y aumenta los enfrentamientos políticos.

Sé que ocurre en muchos otros lugares, pero enfoco el tema en España y en nuestro país. Es evidente que las actuaciones de las administraciones españolas en relación a la última reforma del Estatut y el rechazo de la propuesta de pacto fiscal provocaron una dura reacción en Cataluña que llevó a establecer el radical objetivo de la separación. Esto abrió un período en el que no sólo no mejoraron las relaciones mutuas, sino que se hizo mucho más dura la actitud del gobierno central, tanto con la reducción de las inversiones anteriormente comprometidas en infraestructuras en Cataluña como en el cumplimiento de otros acuerdos de tipo financiero o en el continuado retraso en la revisión del sistema fiscal autonómico. Ésta es una de las razones, aunque no la única, del estancamiento de nuestro progreso.

Una lección a aprender es que, si en un enfrentamiento la parte más débil plantea el “todo o nada”, es probable que, si pierde por falta de recursos o de alianzas externas (la UE, etc.), no sólo no pueda progresar, sino que acabe encontrándose peor que en un principio –así fue durante años, hasta que el cambio de hace tres años de política económica en Bruselas nos permitió acceder a recursos que antes no teníamos–. Es necesario aceptarlo y pensar qué pasaría si el “todo” nos obligara a abandonar la UE. El caso del Brexit es un buen ejemplo de ello.

3. Oportunidad. Los resultados poco esperados de las últimas elecciones generales nos dan ahora la oportunidad de negociar una investidura favorable, a fin de tener en Madrid un partido que ahora necesita los votos catalanes y que, en el conflicto de Cataluña con el Estado, siempre ha tenido una actitud más comprensiva y menos radical que la derecha-ultraderecha. Nos conviene actuar, pues, de modo que, aprovechando las circunstancias, aseguremos, en primer lugar, que no desaprovechemos la coyuntura y que dejemos atrás situaciones de encarcelamiento y de exilio que nunca deberían haberse producido, reconociendo unos y otros su parte de responsabilidad. Pero, sobre todo, es necesario aprovechar el escenario actual para ir dando pasos concretos y adecuadamente garantizados en la obtención de las reclamaciones económicas y sociales de Cataluña y en la reforma de la organización del estado español en la línea de una Unión Federal de Naciones, garantizando de esta manera la continuidad de nuestra pertenencia a la Unión Europea y haciendo posible que Barcelona se convierta definitivamente en el hub económico del Mediterráneo. Éstos serían los objetivos; y la continuidad de la negociación, el camino. Los próximos días veremos por dónde vamos.

stats