Antes de irme de vacaciones, he pensado que, dada la variedad y multiplicidad de motivos de angustia que tenemos todos, sería buena idea recomendar una serie de novelas que, además de la calidad, tienen la virtud de concedernos una tregua, un tono divertido o ligero, una visión optimista del mundo o una historia tierna.
La cartera, de Francesca Giannone (Duomo). Trad. Maribel Capmany.
Se trata de una historia sencilla pero bien narrada, inspirada en hechos reales y enmarcada en un paisaje tan seductor como el del sur de Italia. Hay amores prohibidos, hijos ilegítimos y mucho vino.
Francesca Giannone novela la historia de su bisabuela Anna, que fue una de las primeras mujeres carteras de Italia. La historia comienza en 1934 cuando Anna, que viene del norte de Italia, llega a la Apulia, de donde es originario su marido. Él acaba de heredar unos viñedos y han planeado instalarse con su bebé y dedicarse a hacer vino. A Anna, "la forastera", le cuesta acostumbrarse al sur y también añora trabajar como maestra. Al poco, en el pueblo queda vacante la plaza de cartero y ella se presenta. Este hecho, recibido primero con mucha reticencia, le permite conocer a toda la gente y las historias del pueblo.
La césped de manzanilla, de Mary Wesley (Alba editorial). Trad. Catalina Martínez
El hierbe de la manzanilla es ese césped con florecillas blancas minúsculas que huele bien. Esta novela también desprende buen olor, en forma de sentido del humor delicado e inteligente.
Agosto de 1939. Casa familiar donde un matrimonio sin hijos reúne a sus sobrinos, un grupo de primos que se aman (algunos, incluso, románticamente). La guerra lo interrumpe todo y lo gira boca abajo, la moral imperante y, especialmente, las mujeres, que se rebelan contra la educación que han tenido. Cuarenta y cinco años después se reúnen para un funeral y recuerdan, cada uno a su modo, esa época loca.
El libro de la señorita Buncle, de DE Stevenson (El Círculo de Viena). Trad. Marta Pera.
La señorita Buncle, una soltera de pueblo, se ha quedado sin ahorros y debe encontrar urgentemente una solución. Entre escribir una novela o criar gallinas, acaba escogiendo la primera posible fuente de ingresos. Y resulta que tiene traza, pero le falta imaginación. Así que escribe sobre lo que mejor conoce: sus vecinos. Pero para que no se note tanto tiene la precaución de cambiarles el nombre y firmar la novela con un seudónimo, por si acaso...
En esta novela salen todos los clichés: las viejas cotillas, la señorita guapa soltera y malvada, un coronel retirado y enamorado fracasado, un médico sensato, la viuda resentida... Enfurecidos, los vecinos comienzan un plan en busca y captura del odioso autor. Un relato construido como una sutil bomba de relojería cargada de un finísimo humor escocés y una disimulada mala idea.
La librería de la colina, de Alba Donati (Ed 62/Lumen). Trad. Carlos Biosca/Ana Ciurans.
Alba Donati, poeta y activista cultural, con sesenta años recién cumplidos, dejó Florencia para seguir la loca idea de abrir una librería en su pueblo, Lucignana, de ciento ochenta habitantes.
Con una campaña de crowdfunding y donaciones de libros de las editoriales italianas, abrió la librería Cena la Penna (Encima de la pluma) en su casa familiar. No es una librería como las demás: tiene un jardín precioso, ofrece té y los jóvenes del pueblo trabajan por turnos de forma voluntaria.