Marino recogiendo el Premio Ciutat de Palma.
17/08/2025
Escriptor
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He escrito y dicho, y me gusta repetirlo, que Manel Marí es uno de los poetas en lengua catalana más importantes de su generación. Manel murió prematuramente el 31 de enero de 2018 y es un amigo que añoro, pero estos no son los motivos que me llevan a afirmar esto. Que Manel Marí es un gran poeta de su tiempo lo constatan los lectores de sus libros; quien no lo haya leído puede acudir a la antología El nómada y la raíz, preparada por Carles Rebassa, en la que tuve también el gozo de colaborar. La poesía, como la música, establece una vía directa con las partes del cerebro que se encargan de lo que no sabemos decir. Por eso no puede mentir, y por eso, frente a la poesía, tampoco se puede mentir. De nada valen las vanidades, los desdeños ni los olvidos interesados o arrogantes. Los poemas de Manel Marí están ahí, fulguran en todo momento, amplían el repertorio de lo que la lengua catalana es capaz de decir y sus maneras de decirlo, y desafían siempre, hasta abrasarlos en su fuego, "los ignífugos fragmentos de morales hechas".

La generación en la que Manel Marí destacó con tanta potencia fue joven en los años noventa, lo que significa que ha entrado de lleno a lo que se llama la edad madura. Todos vamos ya por la cincuentena, y Manel habría hecho este año los cincuenta, el día 17 de agosto, porque él era agostense como los mejores higos: las frutas de verano más finas, exquisitas y de pulpa más molida, deliciosa, nutritiva y contundente, como sus versos. Hacer cincuenta años no debería tener más ni menos importancia que cuarenta y nueve, treinta y dos o setenta y ocho, pero aunque no lo queramos es un cumpleaños que tiene algo de emblemático, de punto de inflexión, del mezzo del cammin de nuestra vita. Hubiera sido un placer celebrar los cincuenta de Manel con la alegría pegadiza y subversiva que él daba a las cosas, celebrar juntos este rellano de la vida desde el que, estoy seguro, él habría seguido sabiendo reír de los que se creen importantes con su ironía fuerte y afilada, que nada tenía que ver con la canción. Y habría seguido iluminando nuestra literatura y nuestra lengua con nuevos poemas que ahora sólo podemos imaginar. Los sarcasmos de la muerte han hecho que este verano hayamos tenido que lamentar también la de Xuan Bello, que acababa de llegar justo a los sesenta años, otra cifra redonda. Ahora Manel y Xuan, Xuan y Manel, se abrazan dentro de la memoria y dentro del cariño con tantas cosas que tenían en común: animales literarios que se comían los días a mordeduras y tragos voraces, armados con un sentido del humor que era dinamita capaz de hacer volar por los aires cualquier forma de impostura, con la forma de impostura, con un conocimiento de la impostura, con un conocimiento de la literatura. literatura, si no era vida, nada era: sólo literatura.

Pasan los años y Manel Marí sigue siendo uno de los poetas más importantes de su tiempo. La permanencia, la cultura (la patria, si les gusta llamarlo así), es lo que nos enseñan sus versos y su ejemplo. El resto, humo.

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