Matar a campesinos haciendo fotos

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Un trabajador vertiendo las uvas en el remolque de un tractor durante la vendimia de este año en el Penedès.

Una de las cosas más interesantes de Cataluña es la incorporación de padrinos, ancianos, personas mayores, como profesionales de la fotografía. Es un proyecto abracadabrante, arterial. Todos ellos sienten una aceleración cardíaca cuando deben pulsar el botón del clic. Bien, los que tienen cámara móvil. Ay...

Las personas mayores, y no mayores, sufren todos los malos instantáneos existenciales cuando deben hacer la DUN. No deben ir a Irún, ni hablar euskaldún, pero no salen ni en la número ochenta y uno. Mirad. Lo de la DUN, en lenguaje no comprensible para seres no vegetales, es una declaración anual que deben presentar obligatoriamente las personas (¡no dice nada de animales y mira que hay!) titulares de explotaciones agrarias. Lo traduzco. Tú tienes un campo que has plantado trigo, manzanas, o piruletas incandescentes, no sé... Pongamos una hectárea: pues tú debes demostrarlo si te lo pide nuestra Sacro-Santa-Administración-Analfabetización. ¿Y cómo se hace esto si te toca la rifa de la DUN? Sencillo: haciendo fotos. Clic, claque y sobre todo catacraco.

A ver, figura. Colócate (sin hierba pero a ras de verde). Geolocaliza aquella hectárea de cacahuetes dormidos. Despiertalos. Primero bájate de la montaña del sinsaber un aplicativo para hacer estas instantáneas justificativas de la legalidad urbana dictatorial. Haz girar el satélite hacia aquí. Y ese grado cojo y tuerto que se hace el ronsa. Clic. Que no se te escape ese pedazo de pistacho, que después te haré repetir la foto mil veces. Ahora envía, llena, vacía, y rellena los otros campos: magnéticos, lisérgicos. El nombre, la dirección fiscal, discal, coaxial, el número de suscripción al club de las siestas, y tus gustos sobre pelis de neorrealismo andorrano... Espera. Ahora te diremos lo que estás por hacer.

¿Ves? Te enviaremos el SMS, el código, el algoritmo, la notificación electrónica, neumática, a tu móvil, con el que has tenido que tomar la foto acreditativa, también con tu teléfono conectado a un internet que manta sitios de este país no territorio ni está, ni lo esperan. Hágale hacer esto a una persona mayor, y también joven, que no tiene ni móvil, ni tiempo, ni sabe hacer esto ni harto de vino, cuando los sembrados han cambiado más que un travesti adicto a la droga de la naturaleza drag queen, y no hay ni una brizna de trigo pelado, y entonces te dirán que los engañas. Clic. Cuando todo esto deberían hacerlo los funcionarios (¡cómo se hacía antes!), los trabajadores cuyo sueldo no depende del cielo y cobran matemáticamente cada mes... gracias a... Sonríe. ¡Luís! ¡Anís! ¡Enfermizo!

La foto fija, congelada, de cadáver liofilizado de todo ello es ésta: el estado nacionalburocrático les está diciendo a personas que llevan toda la vida dando de comer a los demás cómo deben hacer la comida sin que los que les hacen. tomar fotos sepan hacer un melocotón o lo puedan reconocer con una tecnología muy antigua como es la vista o el gusto. Queremos fotos de zanahorias pero no zanahorias reales. Queremos imágenes de campos, pero no queremos que salgan agricultores. Estamos haciendo todo lo posible en este mundo, y en el de más allá, para asesinar a todos los campesinos. Queremos que nos engorden fotos, no queremos que nos harte la comida que deberían hacer los que saben hacer el halar pero no tienen horas, neuronas, ni utensilios para hacer manduca porque deben hacer fotos. Tipos lo estamos. Hasta los pimientos, los huevos y el higo nuclear.

El otro día me lo medio decía un labrador de cara de barbacoa rojizo, descamisado, como girbado ausente, pero conectado como un wifi eterno en la tierra, en el cielo, en todos los internets de los tiempos. ¿Fotos? La foto que jodé será esta, una selfie. El autorretrato de nuestro país, de nuestra sociedad: un esqueleto, una carcanada, una calavera, huesos, mientras un perro, en un paisaje humeante postnuclear, se lo jode todo.

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