Meloni, la guerra y el poder mediático

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Giorgia Meloni durante una entrevista preelectoral a la cadena italiana Balsa 1.

Cuando Ione Belarra recibía una tenaz paliza mediática por defender el pacifismo (entre los agresores mediáticos había también algunos periodistas progresistas), el coordinador de El Salto, Pablo Elorduy, escribía en Twitter: “Me gustaría pensar que se va a formar el cordón sanitario europeo que va a dejar fuera a los Vox, Salvini y Meloni, pero creo más bien que esos entrarán en el consenso de época y que lo que se quiere dejar fuera son los Corbyn, Melenchon, Tsipras, Belarra”. Lo del “consenso de época” suena muy elegante, la verdad, pero en realidad es poco más que el consenso mediático. Como diría hoy Silvio Berlusconi, flamante senador italiano y propietario en España de Telecinco y Cuatro: “consenso de época el que tengo aquí colgado”. 

¿Estoy exagerando? Vean las portadas que dedicaban ayer lunes a Georgia Meloni los principales periódicos de Madrid y compárenlas con las que dedicaron a Alexis Tsipras cuando ganó las elecciones en Grecia. La totalidad de los medios, desde la ultraderecha al centro izquierda (no hay muchos más), machacaron a Tsipras favoreciendo el terreno para que los poderes europeos trituraran al gobierno de izquierdas en Grecia. Ayer, por el contrario, los medios ponían el acento en la supuesta moderación de Meloni, que identifican con su aceptación de la OTAN y su complicidad con el tecnócrata Draghi. Así funciona el “consenso de época”.

Los gobiernos de ultraderecha en Europa ya no son una excepción. Polonia, Hungría y ahora Suecia e Italia. Y tras Italia es más que probable que llegue España. Prácticamente todas las encuestas ya señalan que PP y VOX contarán con más de 175 diputados para formar gobierno tras las elecciones generales. Si tenemos en cuenta la correlación mediática de fuerzas que el PSOE y Pedro Sánchez no han querido alterar y la penetración creciente de la ultraderecha en sectores determinantes del poder judicial, de las fuerzas y de los cuerpos de seguridad y del ejército, no parece fácil evitar que el PP y VOX se hagan con el Consejo de Ministros y la involución sea absoluta. Si estando fuera del Gobierno han logrado bloquear la renovación del poder judicial, controlar TVE, implementar persecuciones judiciales contra Podemos y los independentistas o que las intervenciones de los antidisturbios sigan teniendo un signo político inequívoco, imaginen el panorama cuando sean gobierno. 

Hace algunos meses, mientras se celebraba en Madrid la cumbre de la OTAN, Zapatero me propuso que me fijara en las caras de los jefes de gobierno presentes. Veremos cuántos siguen en el cargo dentro de un año, me dijo. El primero en caer de aquel grupo de sonrientes jefes de gobierno europeos asistentes a la cumbre de la OTAN fue Mario Draghi, desencadenando el adelanto electoral que ha llevado a los fascistas italianos al gobierno. Y ello nos lleva a entender lo que puede estar significando la guerra de Ucrania en los sistemas políticos europeos como acelerador de la involución democrática europea y del auge de los nuevos fascismos.

El nuevo consenso de época europeo que administran los medios implica asumir el atlantismo como ideología y como modelo de seguridad europea, el control policial de las migraciones, la imposibilidad de la transición ecológica y la vuelta al neoliberalismo (tras el el intervalo neokeynesiano de la pandemia) como receta económica ineludible para afrontar la crisis y la recesión que llegan. Y, en este contexto, los nuevos fascistas son los mejores candidatos a administrar la nueva excepcionalidad europea gracias al blanqueamiento mediático del que disfrutan desde hace años, que contrasta con la criminalización permanente de la izquierda. 

Pablo Iglesias es doctor en ciencias políticas por la Universidad Complutense de Madrid, ex secretario general de Podemos y exvicepresidente segundo del Gobierno
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