El milagro que la amnistía no obrará

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Pedro Sánchez sonríe en el primer día del debate de investidura en el Congreso de los Diputados.

Sánchez justificó este miércoles la amnistía con el argumento de que puede ayudar a que los catalanes que se sienten independentistas vean que España "es un buen país" para ellos. Me temo que no. De momento, la proposición de amnistía ha servido para investirlo a él presidente y, si como es de esperar, se aprueba a finales de la próxima primavera, servirá para que cientos de personas, entre ellas un presidente de la Generalitat en el exilio, puedan volver a hacer vida normal, y no es poco.

Pero pedir que cambie la visión que tienen de España la mayoría de catalanes, independentistas o no, es pedirle demasiado a la ley. Por la sencilla razón de que la amnistía no cambiará España. Más bien todo lo contrario: ha revelado su cara más hostil a Catalunya, desde los fachas concentrados en la calle Ferraz hasta los presidentes González y Aznar, pasando por jueces, empresarios y medios de comunicación.

La amnistía no ha sido posible porque España haya cambiado o quiera cambiar, sino porque ha cambiado Sánchez. Y ha cambiado porque es un político que interpreta más rápidamente que sus rivales cuáles son los signos de los tiempos y se anticipa a la próxima jugada. El adelanto de las elecciones al día siguiente de perder las municipales y autonómicas fue magistral. La hora de réplica que ayer le dedicó a Feijóo fue una exhibición parlamentaria, rematada con carcajadas dignas del Club de la Comedia.

Hoy, en el Congreso, todo el mundo lo votará a él, y el PP, en cambio, se quedará solo votando con Vox. Pero Sánchez votó el 155, estuvo dispuesto a pactar con Ciudadanos y prometió trabajar para traer a Puigdemont detenido. Ahora ha cambiado, pero solo porque ha necesitado hacer de la necesidad virtud. Si incluso él ha tenido que realizar una torsión interesada para pactar la amnistía, ¿cómo podemos esperar que España sea “un buen país” para todos los catalanes?

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