Más Mossos y más consideración hacia el cuerpo

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Los representantes políticos y los mandos de los cuerpos de seguridad que han asistido a la Junta de este mediodía.

BarcelonaAl final de su mandato, Mariano Rajoy se enorgullecía que durante los siete años que había gobernado no había traspasado ninguna competencia a Catalunya. No solo esto, sino que intentó laminar el autogobierno por múltiples vías, como por ejemplo con recursos en el TC, y también se negó a atender reivindicaciones básicas como el aumento de Mossos que se hacía necesario tanto por el crecimiento de la población como por fenómenos como el turismo. Esto ha provocado que sea noticia, y bienvenida, la luz verde de la Junta de Seguridad Estado-Generalitat para ampliar el número de Mossos en los próximos años hasta los 22.000, 3.739 más del tope actual.

Lo que tendría que haber sido la normalidad institucional, la colaboración entre administraciones en beneficio del ciudadano, ha sido inexistente en los últimos años. Harán falta, sin embargo, muchos más pasos para recuperar la confianza perdida entre administraciones. El acuerdo, por ejemplo, permitirá las actividades transfronterizas de la policía catalana, pero todavía no tendrá las competencias marítimas que ahora todavía ostenta la Guardia Civil en Catalunya, un punto que habrá que abordar más adelante y que tendría que incluir también la seguridad de los puertos. Cualquier pequeño gesto cuesta mucho, demasiado. Aún así, la de este viernes es una muy buena noticia porque permitirá que haya nuevas promociones en los próximos años para llegar al nuevo tope y aumentar así la ratio de policías por habitante, de forma que se podrá ofrecer un mejor servicio a la ciudadanía.

Hay que subrayar que hablamos de un cuerpo que en los últimos años ha estado en el centro de la diana por varios motivos y desde puntos de vista contrapuestos: su ejemplar actuación en el caso de los atentados del 17-A provocó malestar en los cuerpos de seguridad del Estado y filtraciones interesadas para desprestigiarles; en el caso del 1-O, la Policía Nacional y la Guardia Civil se desvincularon del dispositivo pactado para pasar a practicar una violencia inverosímil contra la población y después intentaron encarcelar su número 1, el mayor Josep Lluís Trapero, que finalmente fue absuelto por la justicia española. En las protestes pos-sentencia hubo episodios controvertidos como el atropello de un chico en Tarragona, y esta misma semana hemos conocido el caso de otro joven que perdió un ojo por un proyectil de foam.

Por un motivo u otro los Mossos y el modelo policial en Catalunya han estado siempre en cuestión y centro del debate político. En el Parlament ya se está discutiendo cómo tiene que ser este modelo, que queremos que sea escrupulosamente democrático y en el que se minimicen los daños personales. Un modelo que, tal como destacó el magistrado Ramón Sáez en su sentencia, ya es sensiblemente diferente aquí que en el resto del Estado, donde por ejemplo todavía se utilizan pelotas de goma y no se hace un uso tan extensivo de la mediación. Lo único que hay que pedir a los grupos es que en el debate se escuche a los profesionales de la seguridad, que se les tenga en consideración y que las decisiones se adopten respetando los criterios técnicos y la experiencia acumulada.

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