1. Xavi será el entrenador del Barça la próxima temporada. Cumplirá el contrato, pese a que el informe que el presidente presentó en la reunión de la junta directiva consideraba lógico que un técnico que no había logrado ningún título no continuara en el cargo. Pero añadió que, sin embargo, quería hablar con él. Y “en dos minutos” según Xavi, “con una mirada” según Laporta, lo tuvieron arreglado esa misma noche en su ático dúplex de la Diagonal. Ambas partes podían tener muchos motivos para dejarlo o para seguir, para defender una cosa y la contraria.
2. Todos los motivos –muchos y variados– que dio Xavi en enero, para dimitir en diferido, eran verdades. Creía que su marcha pacificaría el club, se tranquilizaría el entorno y los jugadores darían un paso adelante. Ser entrenador del Barça es cruel, el entorno es injusto, no se le reconocían los méritos... En cada rueda de prensa, más causas diversas y mayor confusión. No verbalizó cómo se sentía de ser señalado por la prensa guardiolista, que a menudo es más pepista que Pep. Los éxitos y méritos de Xavi siempre les molestarían. Como jugador, veinte años antes, ya lo sufrió. Tampoco señaló a los miembros del área deportiva que le hacían la cama a cada mal resultado. Las críticas internas dolían, y mucho. Se percibían como una traición. Toda esta mochila era pesada y Xavi estalló, cinco minutos antes de que lo echaran. No era una pataleta. Era una estrategia, por decirlo en sus palabras, “por el bien del Barça”. En ese momento, el detalle no es menor, el Barça estaba 11 puntos por debajo del Girona.
3. Todos los motivos para quedarse, en definitiva, también son verdad. Laporta y Yuste siempre le han dicho a él, y lo han mantenido con micrófonos por delante, que esperarían a buscar entrenador a que él se lo pensara. Los jugadores le pidieron en el vestuario, muchos a título individual, algunos con lágrimas, que siguiera. La afición le canta que se quede. Ahora se ve con fuerzas, la familia lo apoya, los tanteos del Ajax y de una selección asiática deben de dar pereza, y él, como hombre de club, cree que es lo que más le conviene. Al Barça. Y algo nada menor y no expresado: la irrupción de Cubarsí, que es su apuesta más arriesgada, ha salido tan bien que el equipo no ha parado de mejorar desde que el Barça sabe salir jugando desde atrás con criterio y acierto. "Este es un proyecto que debe continuar", dice. Y tiene razón. Dejarlo a medias sería volver a empezar con vete a saber qué entrenador y qué ideas.
4. Laporta mantiene a Xavi por una cuestión emocional, deportiva y, también, por un cierto egoísmo comprensible. En Xavi tiene un paraguas. Con Rafa Márquez, sin el pedigrí culé del de Terrassa, no lo hubiera tenido. Con Xavi hay buen feeling y es uno de los suyos. La prueba es que lo ha mantenido perdiendo la final de la Supercopa (4 goles del Madrid), cayendo en la Copa (4 goles del Athletic) y tropezando en la Champions (4 goles en casa con el PSG). El próximo sábado en Girona, Xavi y los jugadores tendrán que demostrar que se ha escogido la mejor opción. O la menos mala. Después, no tendrán que engatusar a Xavi por tercer verano consecutivo haciéndole creer que le ficharán a Kimmich y a Bernardo Silva para que después llegue Vitor Roque por 61 incomprensibles millones.
5. El Barça femenino, por su parte, no es una cortina de humo. Es lo mejor que le ha ocurrido al club en los últimos cinco años. Por lo que hacen y por cómo lo hacen. Por ganar títulos, por jugar como nadie en el mundo y por romper barreras. Por convertir a Alexia y Aitana en ídolos locales y, a la vez, en iconos mundiales. Cuando la imagen del Barça iba cuesta abajo, sin freno, ellas han dignificado los colores. La ilusión y la sonrisa son ellas.