Esta semana pasada, en medio de múltiples ofertas de todo tipo de empresas aprovechando la ocasión del Black Friday, una clínica de fertilidad de Ucrania, BioTexCom, ha compartido una imagen de un grupo de bebés bajo el título de "Sale" (rebajas). Con este anuncio, que probablemente buscaba la provocación (y viralización), la clínica anunciaba descuentos en sus tratamientos de subrogación y reproducción asistida. El resultado ha sido una ola de críticas a través de Twitter de personas que se indignaban ante la asociación de los bebés con las dinámicas de mercado y ante las prácticas de subrogación en general.
Aún así, no es de extrañar que la clínica de Ucrania haya usado el Black Friday para ofrecer descuentos, puesto que la industria de la reproducción asistida no tiene nada de diferente a cualquier otra gran industria privada. En España, sin embargo, vivimos con una contradicción interesante: mientras que los debates alrededor de la subrogación generan grandes polémicas, la realidad de la gigante industria de la fertilidad que tenemos en nuestro país queda a menudo silenciada. Con una de las leyes más flexibles de nuestros países vecinos, España ofrece un amplio abanico de tratamientos de reproducción y cortas listas de espera. Especialmente gracias a la gran cantidad de donaciones de óvulos que se hacen cada año, el Estado consigue atraer a miles de pacientes tanto locales como venidos de todo el mundo que buscan hacerse tratamientos de difícil o nulo acceso en sus países.
El número de ciclos de reproducción in vitro no ha parado de crecer en los últimos veinte años, cosa que ha atraído el interés de grandes grupos inversores para adquirir las clínicas (mayoritariamente privadas) que los llevan a cabo. En efecto, muchos centros de reproducción españoles ya no pertenecen a equipos médicos, como en un inicio, sino que han sido comprados por grupos millonarios de salud privada transnacionales que cotizan en bolsa. Los nuevos gerentes invierten también en otras industrias con gran potencial económico, cosa que hace que no sea extraño que tengan a la vez otros negocios, como por ejemplo compañías aéreas, o que algunas de las clínicas de reproducción compartan puerta de entrada y parte del personal con clínicas de cirugía estética. Unos labios más gordos o una in vitro con óvulos donados: todo depende de los deseos de la clientela. Igual que el anuncio del Black Friday de BioTexCom, usar tasas de éxito engañosas, promociones de “bebé en casa o te devolvemos el dinero”, o packs de pruebas, tratamiento y número de óvulos que se comercializan de manera parecida a los packs para conseguir el carné de conducir, son prácticas habituales de la publicidad de la reproducción asistida en España. Sus problemas éticos ya han sido subrayados desde algunos estudios académicos.
Aún así, no existe un debate sobre el hecho de que las extracciones de óvulos anuales en España ya ronden las 15.000, gracias a las cuales España ha llegado a ser líder en turismo reproductivo. Un trabajo, el de la donación de óvulos, que, a pesar del discurso del altruismo que lo rodea, muchas veces está motivado por la compensación económica de 1.000 euros y se lleva a cabo en condiciones de precariedad.
El caso de los bebés rebajados en Ucrania nos afecta porque parece que rompe con un tabú de nuestra sociedad: que los niños no pueden ser objeto de contratos y transacciones. Aún así, si apartamos la mirada de los países que nos parecen tan ajenos y miramos el nuestro veremos que se trata más bien de una tendencia generalizada de una industria que capitaliza nuestros deseos más íntimos y que está siendo progresivamente tragada por otros grandes grupos inversores que se rigen por las lógicas de mercado, donde el producto en juego es lo de menos. A buen seguro que veremos muchos más Black Fridays que nos ofrecerán calmar nuestras ansiedades de diferentes maneras, ya sea a través de cremas antiedad, patinetes eléctricos o tecnologías destinadas a asegurarnos una familia cuando estemos preparados para tenerla (y pagarla).