No hay nada que hacer

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Una persona pide un alto el fuego entre Israel y Hamás, el 24 de octubre, cerca de Tel Aviv.

1. La marea oscurecida. Niños y adultos mutilados, asfixiados, sangrando, cadáveres esparcidos por las calles, gente que huye, gente extraviada, gente desconsolada, humo, bombas que caen sin cesar. Estas son las imágenes que nos llegan de Israel cada día. Mañana las volveremos a ver, mañana volveremos a horrorizarnos y todo seguirá igual. Nos consolamos con el "no podemos hacer nada", como una fatalidad. Y la actuación de los grandes poderes políticos y económicos, de los que podrían hacer algo, es vergonzosa. Estaría bien hacer la lista de los que ahora mismo se están enriqueciendo con la guerra.

En plena masacre de palestinos por parte del ejército israelí, después de la matanza de judíos protagonizada por Hamás, el comportamiento de Estados Unidos y de la Unión Europea es patético. Más allá del apoyo incondicional a Israel, solo saben hablar de ayuda humanitaria. Y lo hacen mientras asisten impasibles a la agresión israelí sobre Gaza. Una espiral infernal: los unos prometen una ayuda que no llega y los otros siguen destrozando el territorio, es decir, agravando la emergencia. Al mismo tiempo, los doscientos israelíes secuestrados por Hamás siguen viviendo su calvario sin que nadie mueva ficha. Este es el estado actual de la gobernanza del mundo.

John Carlin me ha enviado un poema de William Butler Yeats (La segunda llegada, 1919) que pone en evidencia una cierta fatalidad en el destino de la especie humana: “Todo se desploma, el centro no resiste / La anarquía pura se desata sobre el mundo / Oscurecida por la sangre, la marea se desata y en todos lados / El ritual de la inocencia muere ahogado / A los mejores les falta convicción, a los peores / les sobra intensidad apasionada”. Y ya volvemos a estar igual.

Esta es la trágica realidad que los medios de comunicación transmiten al mundo y las redes multiplican a su manera, dando vía libre a las peores fabulaciones de quienes hacen de la pérdida de la noción de límites virtud. Las imágenes, a base de repetición, acaban banalizadas: no podemos hacer nada, miramos hacia otro lado. Y las voces radicales –frente a la impotencia de quienes podrían hacer presión a ambos lados– multiplican el odio y el resentimiento. Todo sabemos cómo las palabras de Yeats se hicieron carne. Estamos en una espiral del mismo tipo. Cuando se pierde la noción de límites y no existen los mecanismos colectivos para detenerlo, lo peor viene de sobra.

2. ¿Qué esperan? Por mucho que se hable de globalización, seguimos sin estar constituidos como humanidad, seguimos estando poseídos por las divisorias cargas atávicas que llevamos encima, sus formas actualizadas y las estructuras de poder que derivan de ello, que ven al otro como un estorbo y solo reconocen el rebaño de los suyos. De este material está hecha la historia trágica de Palestina. Estados Unidos y Europa, en vez de intentar detener la guerra, animan la represalia de parte. No cabe duda de que Israel tiene derecho a defenderse, pero ese derecho no contiene la destrucción del adversario, haciendo como si los criminales y los ciudadanos fueran lo mismo. El desfile de líderes occidentales por Israel ha sido lamentable. El guion, siempre el mismo: abrazar a Netanyahu, dar la espalda a la realidad palestina y marcharse corriendo. Dejando vía libre al ejército para seguir el trabajo sucio, que, por principio, nunca acaba. Dice la escritora judía Tsuria Shalev, refiriéndose a Netanyahu: “Igual que el rey David, ¿necesitas parábolas para poder ver tus pecados? La oveja del pobre campesino ya ha sido sacrificada. Familias enteras fueron sacrificadas como ovejas. Niños, bebés, ancianos, jóvenes en plena floración. ¿Qué esperas?”.

¿Y qué esperan los líderes europeos, que parece que el presidente Sánchez quiere mover un poco? China no se inmuta. El mundo árabe y musulmán parece refundarse. Estados Unidos afronta un año electoral con dos octogenarios: un presidente candidato (Biden) que hace evidentes sus limitaciones cada día y un expresidente (Trump) exponente genuino del autoritarismo posdemocrático, con un currículum judicial de nunca acabar. ¿Es posible que los dos grandes partidos americanos no sean capaces de encontrarles una alternativa? ¿Puede expresarse más claramente la decadencia de la política americana? La crisis de Israel está haciendo evidente un gran desconcierto mundial. No hay nada que hacer, oímos decir cada día.

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