Vladimir Putin valora los resultados electorales que le avalan como presidente ruso hasta el 2030.
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La quinta victoria electoral de Putin llega unida a rumores cada día más insistentes sobre guerra nuclear. O sobre la Tercera Guerra Mundial, a propósito de la cual los medios de todo el mundo especulan más o menos abiertamente. La victoria, por supuesto, es fraudulenta y obtenida bajo condiciones que deberían ser inaceptables para la comunidad internacional. Pero es aceptada, como todo lo que ha hecho Putin desde que accedió al poder en el año 2000, y esta aceptación legitima el asesinato de Navalni y deja las manos libres a Putin para continuar la guerra de Ucrania de la forma que considere conveniente.

Es muy recomendable la lectura compulsada de tres piezas que se pueden encontrar en este diario: elentrevista de Quim Aranda en el historiador ruso Yuri Felshtinsky, la de Pau Lizana con el presidente del think tank Centro por China y la Globalización, Wang Huiyao, y el reportaje de Natalia Boronat sobre los opositores rusos. Aparte de plantear la hipótesis —verosímil y atractiva, al menos— de que Donald Trump pueda ser un agente ruso, Felshtinsky describe los anhelos expansionistas de Putin (“quiere dominar el mundo”, afirma) y los compara con los de Stalin. También se pueden comparar con los de Hitler, un nombre que necesariamente debe invocarse cuando se habla de la invasión de Ucrania por Rusia en el 2022, y que también resuena en el genocidio de los palestinos en Gaza que empezó en el 2023, por parte del gobierno israelí ultra de Netanyahu.

Unos que también conocen bien a Stalin y la temible represión interna que ejercía contra sus adversarios es la ONG Memorial. Uno de sus dirigentes, Alexander Cherkashsov, exiliado en París, señala que Putin ha recuperado los mecanismos represores del estalinismo y lanza un aviso que coincide con el de Felshtinsky: “Ucrania debe ganar la guerra y Europa debe ayudarle porque el futuro de la libertad y la democracia europeas se juegan en el río Dniéper”. Ambos vienen a dar la razón a Macron, cuando apuesta por enviar tropas europeas al frente, lo que también hace la propia Comisión Europea, con la lábil Von der Leyen a la cabeza, que avisa de que la guerra no es impensable, no es una posibilidad que deba descartarse. Por su parte, Huiyao resume deprisa la posición de China, pragmática, ofreciéndose como mediadora: China de Xi Jinping es amiga de la Rusia de Putin, pero también tiene unas relaciones con la Unión Europea que este experto en relaciones internacionales califica de positivas. China, además, no desea un conflicto nuclear de consecuencias imprevisibles, por lo que podría ser, como dice el propio Huiyao, "el garante que Putin reclama para sentarse con Ucrania", a cambio, eso ya no lo dice, de un reforzamiento de la supremacía comercial y geopolítica china. Un dirigente chino, ahora no recuerdo cuál, ya avisó hace unos años que, para conquistar Occidente, China no necesitaba empezar ninguna guerra.

Europa, mientras, fabrica constantemente eufemismos. Si finalmente van a la guerra, lo llamarán (como Putin dijo, durante meses, de la invasión de Ucrania) “operación especial”, o algo por el estilo.

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