Liberación LGBTI

No olvidaremos la bonhomía y la valentía de Armand de Fluvià

Ante la represión y la incomprensión, de Fluvià fue una de las personas que pilotaron la lucha por sus derechos durante el franquismo

Joan Pons Alzina
3 min
Armand de Fluvià, en una imagen de archivo.

BarcelonaSi Barcelona y Cataluña han alcanzado grandes metas en la escalada por las libertades y derechos para el colectivo LGBTI ha sido gracias a la valentía y perseverancia de muchas personas, pero remarcablemente a quienes, haciendo frente a las represiones y la incomprensión, sin miedo, pilotaron la lucha por sus derechos durante el franquismo. Armand de Fluvià y Escorsa, ahora finito a los 92 años, es el principal referente de los pioneros. Deja también un legado valioso de trabajos de heráldica y genealogía, campos que cultivó a lo largo de toda su vida y en los que se convirtió en gran especialista.

Como él mismo contaba en El movimiento gay en la clandestinidad del franquismo (1970-1975), publicado en 2003, se involucró en la lucha por las libertades con motivo de la presentación en las Cortes franquistas, a finales del año 1969, del anteproyecto de la Ley de peligrosidad y rehabilitación social, por el que se pretendía que los homosexuales mayores de 16 años fueran declarados "peligrosos sociales". Formado como abogado en la UB, con un amigo suyo, Francesc Francino, movió hilos y escribió a todos los obispos de la Conferencia Episcopal Española para remover conciencias e impedirlo. La ley acabó aprobándose, pero con las gestiones realizadas, siempre de forma disimulada, se logró limarla, y el “éxito” les animó a continuar la lucha. Sin descanso, fue haciendo evidente el valor que tiene ganar cualquier centímetro de libertad: son metas la fundación del Movimiento Español de Liberación Homosexual (MELH-1971), la publicación del boletín AGHOIS (Agrupación Homófila para la Integración Social, primero de los nombres de la organización), la creación del Frente de Liberación Gay de Catalunya (1975) y del Instituto, después Casal, Lambda, que presidió, así como presidió la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales. Fue el primero en declararse homosexual en un programa de televisión, asistió en representación del MELH en el Gay Pride de Nueva York en 1975. Le recordaré siempre por la bonhomía y también ingenuidad cuando relataba anécdotas, como cuando fue contratado por la Gran Enciclopèdia Catalana para redactar las voces de sexualidad y fue llamado a la orden por el director por una entrada "impublicable", la de sexo anal. La razón: los catalanes no hacían estas cosas.

De joven fue monárquico. Hasta los años 70 mantuvo muy buenas relaciones con la aristocracia y los círculos del padre del rey emérito, con lo que, de no optar por el compromiso por las libertades LGBTI y de Catalunya, habría podido hacer carrera en la casa real. El despertar gay fue de la mano con el despertar independentista. Fue independentista de primera hornada. Para él, lo primero era la libertad personal y, en segundo lugar, la de Cataluña. Reivindicaba la catalanidad de la palabra gay, con la pronunciación catalana por delante de la inglesa.

Armand de Fluvià destacó como heraldista y genealogista. Emitió muchísimos informes para la Generalitat para oficializar los escudos municipales. Sólo entre 1981 y 1993 hizo 347. Y tuvo el coraje y el acierto de oponerse al Ayuntamiento de Barcelona cuando se pretendió cambiar el escudo de la ciudad. Son suyos los libros Diccionario general de heráldica, con prólogo de Martí de Riquer, (1982) y Los cuatro palos. El escudo de los condes de Barcelona (1994). El país y la ciudad, que le otorgaron la Cruz de Sant Jordi (2000) y la Medalla de Honor de Barcelona (2008), no deberían dejar de honrarle.

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