La semana pasada se estrenó en HBO Max la cuarta y última temporada de la serie La amiga estupenda, basada en la tetralogía napolitana de Elena Ferrante.
Casi al mismo tiempo, el New York Times publicó la lista de los mejores libros del siglo XXI e iba encabezada por esta novela italiana. El diario había pedido a más de quinientas personas, entre ellas novelistas, críticos y otros amantes de la lectura, que dijeran cuáles eran, a su juicio, los diez mejores libros que se han publicado desde el 2000 hasta este 2024.
Ni que decir tiene que este ranking –como cualquiera– ha sido recibido con aplausos y con críticas feroces. Era imposible generar un consenso total sobre una cuestión que tiene mucho que ver, por último, con los gustos personales.
Sea como fuere, creo que ver La amiga genial (el título en catalán) de la Ferrante arriba del podio es una gran noticia, una noticia genial. Intentaré explicar los motivos, más allá de que yo también habría podido votarla porque soy una gran admiradora.
En este mundo nuestro absolutamente globalizado, que favorece indiscutiblemente la creación literaria (y en otras disciplinas) anglosajona, encuentro un auténtico milagro que la novela mejor valorada sea italiana. Me gusta que triunfe la literatura en otras lenguas aunque, ya en su momento, lamenté que Elena Ferrante no hiciera hablar a sus personajes en napolitano. La autora ha admitido que la cuestión lingüística le resultó dolorosa, quizás porque ella, como la protagonista de las novelas, Elena Greco, se refugió en el italiano porque identificaba al napolitano con todo lo que quería dejar atrás: la violencia, la pobreza, el machismo.
También celebro que se considere la mejor obra del siglo XXI una novela escrita por una mujer, protagonizada por mujeres y que habla, sobre todo, de cómo es ser una mujer de un barrio humilde en la Italia del siglo XX. Elena Ferrante pone el foco en la amistad femenina, en las ambiciones intelectuales frustradas, en las renuncias más dramáticas.
Aún otro motivo por la alegría: la tetralogía de Ferrante es un superventas. Es decir: el éxito comercial no ha resultado un impedimento para que la obra sea bien considerada por quienes entienden. Y, además, el supuesto morbo que había al principio por la identidad que se esconde tras el seudónimo ha ido quedando en segundo plano hasta perder toda importancia.
Elena Ferrante es una gran narradora, que crea personajes inolvidables y organiza tramas costumbristas que te invitan a reflexionar: sobre el machismo, sobre las desigualdades sociales, sobre política. La decisión de Ferrante es valiente porque eligió escribir desde la mirada femenina y sobre el hecho de ser mujer, y lo enmarcó en su lugar en el mundo, haciendo de lo local lo más universal, como es debido.
Al terminarla, me faltó tiempo para visitar Nápoles, convertida de repente en el mejor escenario del mundo y, a la vez, una ciudad viva y vivida como pocas.
La hazaña de Elena Ferrante es inmensa, y el regalo que nos ha hecho es espectacular. Si no la ha leído, todavía está a tiempo; que no le asusten los cuatro volúmenes (deseará que no se acabe). Y si no sois lectores, también os recomiendo que miren la serie de Max, que creo que mantiene con suficiente dignidad el espíritu de la obra literaria.