BarcelonaEl presidente Pere Aragonès visitará La Moncloa el viernes de la semana que viene para reunirse con Pedro Sánchez e intentar reconducir la relación entre los dos ejecutivos (y sus dos partidos principales) después de un curso lleno de turbulencias que casi hacen descarrilar la apuesta que habían hecho los dos por la negociación y el diálogo en el mes de septiembre. En efecto, el balance de los nueve meses que han pasado desde aquella primera mesa de diálogo encabezada por los dos ha sido francamente decepcionante. Por no haber ni siquiera ha vuelto a haber reunión debido a las múltiples excusas que ponía La Moncloa (ahora unas elecciones, ahora otras) y por el estallido del caso Pegasus en el mes de abril, que llevó la relación entre los dos gobiernos a su punto más bajo.
Ahora parece que el gobierno español está dispuesto a retomar el camino del diálogo y a ofrecer algún resultado concreto, no está claro si por convicción o por necesidad, porque a Sánchez le interesa mejorar el clima con ERC de cara a una posible negociación de los presupuestos. Es en este contexto que se tiene que interpretar tanto el Acuerdo Marco para el Diálogo y la Negociación hecho público este viernes como el anuncio de La Moncloa del encuentro entre presidentes. Sobre el texto en sí hay que subrayar que incide en términos ya conocidos, como por ejemplo el reconocimiento de la existencia de un conflicto político, la legitimidad de todas las posiciones políticas y la necesidad de avanzar en la desjudicialización, e introduce como elementos nuevos lo que la parte catalana interpreta como una garantía de que el espionaje a independentistas catalanes no se repetirá. Es el punto que afirma lo siguiente: "La actuación de las instituciones garantizará en todo momento los derechos fundamentales, la privacidad y la libertad política e ideológica de todo el mundo que se identifica con los posicionamientos políticos y democráticos actuales en Catalunya, rechazando actos, decisiones o mecanismos ilegítimos que vulneren estos derechos".
Como siempre en estos casos, hay que confiar en la buena fe de la otra parte, a pesar de que los precedentes no son precisamente alentadores. En todo caso, una de las lecciones del Procés es que se ha de saber aprovechar las oportunidades y jugar bien las cartas, como pasó con los indultos y con los cambios en el Tribunal de Cuentas que permitieron aliviar la situación económica de los encausados por el conocido como caso Exteriores. Ahora bien, a Sánchez le queda muy poco crédito entre la sociedad catalana y le toca dar más pasos en el camino de la agenda antirrepresiva si realmente quiere avanzar en lo que él denomina "agenda del reencuentro". En este sentido, una reforma del delito de sedición que pudiera facilitar el regreso de los exiliados que lo quisieran sería positivo. Porque un diálogo sin frutos es solo un eslogan, una carcasa vacía.
Y una última reflexión. Desde el inicio del Procés uno de los retos de los gobernantes catalanes ha sido cómo combinar la gestión del día a día para el conjunto de la ciudadanía con la tensión con el gobierno español por el conflicto político. Esto no siempre se ha conseguido. Ahora, en un contexto de crisis económica, encontrar este difícil equilibrio es más necesario que nunca.