¿Pasaporte covid? No tan deprisa

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Imagen del aspecto que podría tener el certificado covid  europeo.

Suena bien. Exigimos el pasaporte covid para entrar en espacios interiores y por fin podremos recuperar la libertad y todo podrá volver a abrir. Lo están haciendo en Francia y en otros países y, por lo tanto, ¿qué problema hay?

Como persona vacunada, la idea me resulta seductora y es, además, la que está tomando más fuerza a pesar de que los tribunales españoles sean reticentes. Pero si mucha gente ve la oportunidad de salir del callejón sin salida, el parecer de la justicia puede cambiar. A los jueces también les gustan los bares, restaurantes, cines, teatros y demás. Se tiene que contar también con el hecho que aquí, tradicionalmente, todo lo que viene del extranjero, y particularmente de Francia -en menor medida de Alemania-, tiene un peso enorme.

Ojalá todo ello fuera tan sencillo. Si la vacuna impidiera la transmisión de la enfermedad, una medida parecida podría tener sentido, pero no es exactamente así. Los vacunados transmitimos la enfermedad parece que en una medida menor que los no vacunados, pero todavía se tiene que determinar con precisión el porcentaje. En todo caso, es imprevisible qué vacunado la transmite y cuál no. Por eso, los países que están pidiendo el pasaporte covid para acceder a lugares de ocio no lo están haciendo para controlar la enfermedad, sino para promover la vacunación, que se había estancado, problema que no se ha producido realmente en España. A estas alturas ya es muy probable que la enfermedad continúe existiendo de una manera u otra, incluso si se vacuna el 100% de la población. Todos los científicos que hablaron de la inmunidad de rebaño –y lo hicieron casi todos­– desgraciadamente se equivocaron.

Lo único que nos tiene que preocupar hoy por hoy es el número de hospitalizaciones, para no colapsar el sistema. Con un 70% de la población vacunada parece –nada es seguro en la ciencia– que el otro 30% no vacunado no se pondrá enfermo a la vez y que solo un porcentaje muy pequeño, como ya sabemos, cursaría de manera grave la enfermedad. Igual que los vacunados con un sistema inmunitario debilitado, que también pueden pasar la enfermedad.

En estas condiciones, que un grupo de vacunados comparta espacio con no vacunados no nos tiene que preocupar tanto, o no más que si nos mezclamos con vacunados infectados. Por lo tanto, ¿qué razón médica habría para discriminar a los no vacunados? Vacunados y no vacunados, si se infectan, ya solo pueden perjudicar a otros no vacunados o a vacunados inmunodeprimidos, es decir, a un porcentaje relativamente pequeño de la población.

Por las mismas razones, tampoco se entienden ya las restricciones de aforos ni las mascarillas. Es cierto que el virus puede mutar de manera agresiva, pero no sabemos cuándo lo hará ni si lo hará. Hasta entonces, ¿continuaremos con las mascarillas o con locales comerciales cerrados o con restricciones de aforo? ¿Hasta cuándo? ¿Qué dosis de prudencia es razonable y cuál es directamente una paranoia social? Estos días se pueden leer textos que incluso recomiendan continuar ya para siempre jamás con las mascarillas para controlar la gripe… ¿Queremos una sociedad aséptica, dado que la erradicación de los virus hoy por hoy es imposible? ¿Tanto miedo nos da una muerte verdaderamente improbable?

Hasta ahora, contrariamente a lo que se pensaba, el virus no ha implicado un cambio de época. Pero si vamos hacia una sociedad donde la hipocondría es la norma, sí que cambiarán muchas cosas. La higiene tiene que ser bienvenida, pero la higiene extrema no solo es absurda y contraproducente, sino que convierte a los seres humanos en enfermos mentales. Gente que no quiere tocarse, ni darse besos, ni compartir vasos, botellas o comida, o espacios… No sé si era verdaderamente aquí donde queríamos llegar, pero no creo que sea en absoluto lo que la naturaleza, ahora que tanto se la personaliza, deseaba. Los virus forman parte de la naturaleza y los humanos no somos inmortales.

En definitiva, no es momento de engañarnos con pasaportes covid, que además son falsificables y de no de tan fácil control como se piensa. También hay personas que por razones médicas no se pueden vacunar. ¿A estos también les tenemos que excluir de la sociedad, del ocio, de los locales comerciales?

Es momento de volver a la normalidad. Y la normalidad es aceptar un mundo que nos da problemas en forma de enfermedades. Algunas las podremos evitar razonablemente. Pero con otras tendremos que seguir la recomendación de psicólogos y psiquiatras: si algo, la droga, la asepsia, el trabajo, lo que sea, acaba gobernando tu vida de forma que dejas de hacer cosas básicas, tienes que ponerle remedio. No es razonable un mundo ya vacunado pero todavía obsesionado con una enfermedad muchísimo menos grave que otras del pasado. Tenemos que repensarnos las medidas sanitarias. Siempre estamos a tiempo de volver atrás si todo se agrava.

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