Pensamientos estivales

Una persona escribiendo en una libreta en un parque.
30/07/2025
Periodista
2 min

El contacto con la realidad endurece y el contacto con la actualidad inhibe. Vas por la calle y no pararías: "¿Quiere hacer el favor de no darle el móvil al niño?", "La lata en el banco no, en la papelera", "¿No sabe que está prohibido circular en moto por la acera?" Vas a los medios y la crónica del mundo es tan cruel que te declaras sobrepasado, quizás como atajo para no comprometerte en nada. O te comprometes tanto que nadie de tu alrededor pasa la prueba del algodón de tu nueva pureza, recién desarrollada en el mercado de los influenciadores del nicho, y concluyes que el mundo no tiene remedio.

Convertido el arte en una lejana asignatura del bachillerato de letras, queda la música, que consumimos en dosis masivas hasta el punto de que, al final del año, Spotify pasa cuentas y hace clasificaciones.

Por eso, el placer de escuchar un CD o un disco de vinilo es doble, el de la música que suena y el de la libertad de hacerla sonar sin que ningún algoritmo saque conclusiones sobre tus gustos. Lo mismo sucede con los libros, o con la escritura a mano, o con las paradas de los mercados municipales que tienen de todo y bueno, o en el paseo que se hace embobado conscientemente, o en la conversación con el teléfono en la bolsa.

Poner distancia con el exceso de estímulos emocionales y de ofertas materiales, sobre todo las que no nos podemos permitir y que nos dejan ese injusto regusto de fracaso vital, es un primer paso hacia el equilibrio. Hay mucho más mundo de lo que parece, dentro y fuera nuestro, y acercarse a él selectivamente, sobre todo al que sube el listón y hace la vida más bella, ayuda a quitarse de encima el peso pesado de la evidencia de que intentan hacer con nosotros lo que quieren. Hasta que decimos basta.

stats