El permanente rifirrafe del PSOE y Unidas Podemos

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La vicepresidenta primera del gobierno español, Carmen Calvo, y el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, al Congreso

BarcelonaLa tensión entre el PSOE y Unidas Podemos, socios en "el gobierno más progresista de la historia", se ha disparado a raíz de los disturbios por el caso Hasél, que han contado con la cobertura ideológica de la formación lila a pesar de formar parte del ejecutivo. Este hecho ha creado un profundo malestar en miembros del PSOE como la vicepresidenta Carmen Calvo, que lo considera poco "coherente". Aquí, en realidad, se entrecruzan dos debates. El primero es si una fuerza de gobierno puede estar a favor de protestas violentas contra la policía que comanda un socio del consejo de ministros, en este caso Fernando Grande-Marlaska. Pero el tema de fondo es otro: aquello que es realmente importante es que más de un año después de poner en funcionamiento el primer gobierno de coalición de la democracia el resultado es francamente decepcionante, con dos socios que están echándose continuamente los platos a la cabeza y ofreciendo un espectáculo lamentable a la ciudadanía.

Estar en un gobierno comporta mucho trabajo y algunos sacrificios. Y el primero es que los dos socios (o los que sean) tienen que ser solidarios con toda la acción de gobierno. Esto ya hace tiempo que no pasa en el caso del gobierno español, que a veces actúa más como dos ejecutivos en paralelo que como uno solo. Y esto es así porque las propuestas no se negocian previamente entre los dos socios y después se llevan al Congreso pactadas, sino que las filtran antes a la prensa para marcar perfil y después se acusan mutuamente de desleales. Esto es más o menos lo que está pasando con la ley sobre igualdad, la ley trans o la ley de la vivienda. Los rifirrafes entre Pablo Iglesias y Nadia Calviño en el ámbito económico también son una constante que compromete la imagen del gobierno español ante Bruselas.

Pasa también, aunque esto es más comprensible, en el Congreso de Diputados, donde los dos partidos actúan a menudo de manera descoordinada y votando cosas diferentes, como hicieron con la propuesta de ERC de un referéndum o en todo lo que hace referencia a la monarquía. La cuestión es que la imagen que se traslada es terrible porque, a carencia de una oposición digna de este nombre, es un gobierno que se hace oposición a si mismo. Tanto socialistas como comunes han criticado en cantidad suficiente estos días las malas relaciones entre ERC y JxCat en el Govern, y no les falta razón, pero antes de ver la paja en el ojo ajeno hay que ver la viga en el propio.

En todo caso, el PSOE y Unidas Podemos harían bien en recomponer la relación lo más pronto posible para poder afrontar no solo la gestión de la pandemia, que actualmente está en manos de las autonomías, sino la reconstrucción económica con los fondos europeos y también el pleito catalán. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se tendrían que ver para delimitar cuál es el perímetro soportable de la discrepancia entre los dos partidos, y pactar en qué aspectos es imprescindible que vayan de la mano. Es difícil porque el PSOE es hoy un puntal del sistema (que tiene la monarquía como máximo exponente) y Podemos necesita sobreactuar para que su mensaje rupturista no quede diluido. Tendrían que tener cuidado si no quieren abrir la puerta a la triple derecha en el futuro.

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