¿Pesimismo? Para buenos tiempos

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La observadora.

Coincido por casualidad con dos filósofos que me gustan mucho. Uno, Xavier Antich, dice que “el pesimismo quizá sea un estado para tiempos mejores”. El otro, Josep Maria Esquirol, ha publicado otro libro imprescindible: La escuela del alma: de la forma de educar a la forma de vivir (Acantilado). Al inicio de un capítulo escribe una cita de Hölderlin: "...con esperanza, paciencia y silencio, vencieron al destino", y él añade: "Venceran al destino porque... no hay destino".

Los filósofos y las cerezas son imprescindibles. Nos ayudan a ver que el género humano es a la vez valioso e irrelevante y que, si bien no todo es posible, sí que todo está por hacer, por mantener, por continuar, por mejorar, por luchar.

Los evitadores

Visito Copenhague para asistir a un congreso mundial de periodistas. Pienso que todos tenemos más o menos el mismo aire a pesar de ser de varios colores, los mismos ideales que todavía mueven la parte del oficio que todavía hace periodismo. Algunos están realmente a prueba. Las ucranianas nos enseñan sus casas destruidas de Járkov y las fotografías de sus hijos dando clase en el metro. "Solo queremos vivir", nos dicen. Y siguen creyendo en el oficio, haciendo listas de criminales de guerra por si llega la justicia internacional algún día, contando desoladoras historias humanas, denunciando la corrupción e intentando que no las maten. Cuánta tristeza acumula su mirada, pero también cuánta determinación.

Los problemas del sector son más o menos los mismos en los países ricos y en paz. La diferencia fundamental es la fibra democrática y cívica de las sociedades, que es un mixto de valores compartidos, fortaleza institucional y progreso económico, esto es, crecimiento solidario.

A pesar de las diferencias, hoy tenemos un problema común que es “la evitación”, algo así como la fuga de muchos ciudadanos de la información. En ocasiones, la actualidad pesa demasiado. Demasiado pesimismo, demasiada agresividad, poca utilidad para la vida cotidiana. Tienen parte de razón, el periodismo debe asumir su parte de responsabilidad, escuchar más y pontificar menos. No caer en el pesimismo pese a la acumulación de desastres.

Se trata de evitar el cinismo y mantener la alerta. Porque, nos guste o no, cuando las palabras pierden el sentido puede ocurrir cualquier cosa. Cuando un expresidente de EE.UU. y candidato a la reelección califica al juez de “demonio”, a la oposición política de “gente mala” y a Estados Unidos de “estado fascista y corrupto”, hay que explicar que estamos muy cerca de una guerra cultural que acabe con la democracia. También vale la pena ponerlo en contexto y buscando explicaciones ver cómo se ha reducido la clase media en EE.UU. Según un estudio del Pew Research Center, si en 1971 el 62% de los estadounidenses vivían en familias de clase media, en 2023 esta cifra se redujo al 51%. La clase baja creció del 27% al 30% y la alta pasó del 11% al 19%. Que el incremento del porcentaje de altos ingresos sea superior al incremento de bajos recursos habla de crecimiento económico, pero la reducción de la clase media habla también de aumento de las diferencias y de más personas en dificultades.

¿Victorias o derrotas?

Algunos se preguntan si la aprobación de la ley de amnistía en España es una victoria o derrota.

Es una victoria de la democracia, del valor de los votos de los ciudadanos que se traducen en una mayoría parlamentaria. Es un pacto para el olvido colectivo de la incapacidad de diálogo y negociación por parte del Estado respecto a las aspiraciones de una mayoría soberanista. Una derrota de algunos jueces que participaron en la venganza y que hoy siguen significándose como defensores de unos valores de la reacción y no de la voluntad del poder legislativo.

También es una victoria pírrica del independentismo, que ha perdido la mayoría social y electoral por el camino. No parece que la unidad soberanista sea una opción pese a la propuesta del president Artur Mas a la hora de formar gobierno o presentarse a una eventual repetición electoral. Junts y ERC quizá cooperan en la formación de la mesa del Parlament, pero si tuviera que apostar, lo haría por un gobierno del PSC en solitario pactado in extremis.

Son tiempos de recomposición. “No hay destino”, dice Esquirol.

La semana que viene votaremos en las elecciones que nos hacen socios de un club capaz de poner hilos en los tapones de plástico y de mutualizar la deuda para hacer frente a la crisis económica. Tampoco la Unión Europea puede darse por garantizada e inevitable. La extrema derecha avanza con sus ideas excluyentes, miedosas y mezquinas. Quien no vote que no se queje.

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