Mascaretes FFP2 y quirúrgicas.
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Dentro del ranking de los títulos nobiliarios españoles, el ducado de Feria –vinculado durante centurias al de Medinaceli– ocupa un lugar muy destacado por antigüedad y pedigrí. Concedido por Felipe II en 1567 con Grandeza de España a un Suárez de Figueroa, en cuatro siglos y medio no ha cambiado mucho de linaje titular, pasando solo a los Fernández de Córdoba y finalmente a los Medina. Cabe decir que, al margen de los servicios a la (su) corona o a la (su) patria que hubieran podido prestar los anteriores poseedores del título, el penúltimo y 19º duque, Rafael de Medina y Fernández de Córdoba, saltó a la fama durante la década de 1990 por motivos poco gloriosos; procesado y condenado por corrupción de menores, alegó ante la jueza instructora, como circunstancia atenuante: “Señoría, es que yo soy muy putero”.

Del matrimonio entre este personaje y la modelo Naty Abascal nacieron dos hijos, el primogénito y actual duque, Rafael de Medina Abascal, y el segundo, Luis, a quien el hermano mayor ha cedido el uso del título de marqués de Villalba. Ambas han vivido estas últimas dos décadas en las páginas del papel satinado y en las imágenes de la televisión rosa, luciendo físico, parejas y glamour. Pero, de repente, Luis de Medina ha saltado a las secciones de información política y de crónica judicial de los diarios como uno de los comisionistas del pelotazo en la venta de material sanitario en el Ayuntamiento de Madrid durante las semanas iniciales de la pandemia.

Por lo que sabemos, parece que la fórmula del “negocio” combina, como en el caso del Instituto Nóos, el pícaro y el privilegiado. El primero, Alberto Luceño, es el espabilado que vio en la histeria de las administraciones públicas ante la penuria de material sanitario (mascarillas, EPIs, guantes, tests...) a lo largo de los meses del primer estado de alarma, y en el afán de cada comunidad o municipio por parecer más diligente y eficaz que los demás a la hora de conseguirlo, la oportunidad de obtener grandes beneficios. El aristócrata Luis de Medina ponía los contactos y la credibilidad. Aunque el hermano del duque de Feria no tuviera ninguna experiencia previa como importador de material anticovid, hay en el mundo funcionarial y de cargos de confianza hispano-madrileño muchas personas para las que la simple mención de un personaje al que habían visto decenas de veces en la ¡Hola! era una sólida garantía de la seriedad de la operación. ¿Cómo quieres que un Feria esté implicado en una estafa?

Pero aunque la picaresca española tradicional, aquella que arranca del siglo XVII y que llega hasta el recientemente traspasado Luis Roldán, era cosa de pobres, de individuos que querían sacar el vientre de penas, el fenómeno también ha experimentado mutaciones. Es evidente que el actual marqués de Villalba no necesitaba ni pretendía salir de ninguna situación de miseria. Ahora bien, que una vez investigado sostenga que él solo hizo una gestión telefónica ante un primo del alcalde Martínez-Almeida para que este le facilitara la dirección electrónica de quien llevaba las compras municipales de material sanitario, y que por esta gestión cobró más de un millón de euros, denota una concepción del mundo más propia de antes de la Revolución Francesa que del siglo XXI. Es verdad que, en España, nunca funcionó la guillotina...

Naturalmente, todo acusado –aunque sea duque o marqués– tiene derecho a defenderse. Sin embargo, si Luis de Medina cree de verdad que sus saneados beneficios eran perfectamente legales y, además, fueron declarados fiscalmente –vaya, que no tiene nada que esconder–, ¿no resulta curioso que cuando el juez ha ordenado embargarle los bienes, ¿en su cuenta corriente solo se hayan encontrado 247 euros? Permítanme precisar que con 247 euros no se paga ni la mitad de uno de los dos zapatos que el marqués calza habitualmente, ni ninguna de las corbatas que luce.

¿Logrará la justicia localizar e inmovilizar los bienes (coches y relojes de lujo, un yate...) presuntamente adquiridos con el millón de euros que tan cómodamente (una llamada telefónica...) ganó? No quiero prejuzgar, pero si eres rico y famoso, las posibilidades de contar con una defensa jurídica de primera clase aumentan mucho; y, por otra parte, no debe ser estadísticamente muy probable que te toque un juez dispuesto a enviar a la cárcel (por una vulgar cuestión de comisiones vete a saber si excesivas o aceptables) al hijo y hermano de unos Grandes de España. ¡A ver, por favor, que no estamos hablando de ningún cabecilla separatista catalán! ¡Que el pelotazo de las mascarillas no pasará por el Tribunal de Cuentas!

Y menos en los tiempos que corren, cuando empieza a llegar al poder –por el momento, el autonómico– esa coalición aristocratizante de caballistas, generales retirados, cazadores, medios señores del barrio de Salamanca, etcétera. Este mundo representado por el flamante vicepresidente de la Junta de Castilla y León por Vox, que lleva una mascarilla de color verde militar con la banderita española y la inscripción "¡Fuerza España!"

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