Contra Putin, más Europa

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Ucrania

BarcelonaLa Unión Europea es un proyecto que avanza en medio de las crisis. Lo hizo durante la pandemia, aboliendo tabúes como el de la emisión de deuda conjunta y aparcando las reglas fiscales, y ahora lo está haciendo también con la invasión rusa de Ucrania. La cumbre de Versalles deja dos mensajes claros: por un lado, Europa tiene que reforzar su política exterior y de seguridad; por otro, tiene que garantizar su autonomía energética. Todas estas ideas ya estaban sobre la mesa desde hace tiempo y forman parte de lo que se denomina la brújula estratégica europea, pero no ha sido hasta ahora, cuando volvemos a ver tanques y bombardeos en territorio europeo a una escala no vista desde la Segunda Guerra Mundial, que los líderes europeos se han puesto manos a la obra.

Estamos solo en el inicio de un proceso que tendría que convertir la Unión Europea, que es un gigante económico pero un enano geoestratégico, en una potencia mundial con su propia agenda diplomática y poder de disuasión propio. La alianza con Estados Unidos a través de la OTAN ha sido útil en las últimas décadas, pero de alguna manera suponía subarrendar nuestra propia política de seguridad a un tercero, con todo lo que esto compuerta. Esto también ha permitido a los europeos rebajar el gasto militar de manera muy notable, y ahora, según los últimos datos disponibles, se sitúa alrededor del 1,3% de su PIB. Rusia destina el 4,2% y Estados Unidos el 3,7%. Los expertos afirman que, más que aumentar el gasto, que también, lo que haría falta es coordinar los ejércitos europeos de una manera más efectiva. No tiene sentido tener 27 presupuestos de defensa diferentes.

En cuanto a la autonomía estratégica, el gran talón de Aquiles europeo, hay que diseñar un plan transitorio tan rápido como sea posible que permita a los países del este y a Alemania prescindir del gas ruso. Noruega, por ejemplo, había decidido cerrar sus yacimientos de gas, pero ahora se plantea reabrirlos. Quizás también habrá que mirar hacia Argelia y recuperar el proyecto de un gasoducto que conecte la península Ibérica con Francia a través de Catalunya. Aun así, la verdadera autonomía energética solo vendrá a través de las energías renovables, y, por lo tanto, en paralelo habrá que acelerar la transición energética. Y, por supuesto, tomar las medidas necesarias para que la subida del precio de la electricidad y el gas no estrangule la economía.

Finalmente, los Veintisiete también han cerrado la puerta a una incorporación inmediata de Ucrania a la Unión Europea. Es una decisión razonable si se tiene en cuenta que este país, a pesar de que hoy sufre una agresión injustificable, está lejos de cumplir los estándares europeos. Lo que hace falta es profundizar las relaciones en el marco de lo que se denomina el "partenariado oriental" y ayudar al máximo al país, tanto a resistir la invasión como acogiendo a los refugiados.

En definitiva, Europa se ve obligada a dar pasos que seguramente en circunstancias normales no daría, pero que son imprescindibles si quiere jugar un papel en este orden mundial tan inestable y pleno de incertidumbres que caracteriza el primer cuarto del siglo XXI. Y si contra la pandemia la receta fue más Europa, contra Putin, también.

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