El regreso de la crueldad

Policía desplegada durante una protesta frente al centro de inmigración en Portland, el 1 de septiembre.
21/11/2025
4 min

Flota en el ambiente cierto retorno de la crueldad. No hablo de un cambio psicológico colectivo generalizado, aunque esto podría ser la consecuencia a largo plazo, sino que la crueldad está siendo bendecida políticamente. Se pueden encontrar muchos hilos conductores entre los líderes de las nuevas derechas, pero quizás uno de los más palpables es que todos hablan y actúan de una manera que claramente nos quiere dar permiso para ser crueles. Crueles con los perdedores del capitalismo, que lo merecen por vagos, y crueles contra las demás razas y culturas, porque tienen una manera de ser mala e irreconciliable con la nuestra. Ahora que la mayoría de pensadores políticos dicen que estamos entrando en una era postliberal, me parece pertinente recordar que la preocupación por la crueldad quizá sea el rasgo más distintivo del liberalismo.

Politizar la preocupación por la crueldad es el resultado de los cambios culturales de la modernidad y el humanismo: desde la perspectiva religiosa, la naturaleza humana es irreversiblemente pecaminosa y la lucha contra nuestras taras es tan necesaria como imposible de ganar. En cambio, el liberalismo, que es el hijo secular del cristianismo, comparte la idea de que somos imperfectos, pero añade el convencimiento de que, si nos dotamos de las instituciones correctas, somos lentamente y gradualmente perfectibles. Desde el ensayo sobre la crueldad de Montaigne, que se detiene a considerar los sentimientos de un ciervo que está siendo cazado, hasta el liberalismo posmoderno de Richard Rorty, que define a un liberal como "aquel que piensa que la crueldad es la peor cosa que podemos hacer los seres humanos", el convencimiento liberal es que hay algo en la cosa a una versión mejor de nosotros mismos sin necesidad de intervención divina. Adam Gopnik, una de mis plumas preferidas del New Yorker, lo liga con la fe en la reforma progresista: "La próxima reforma es necesaria no porque hayamos cambiado nuestros puntos de vista, sino porque siempre surgen o se ven nuevos tipos de crueldad. Nuestra vista se agudiza. Nuestros círculos de compasión se ensanchan. Ninguna sociedad sana llega a un punto de equilibrio seguro. Siempre necesitamos un cambio seguro. utopía, sino porque a medida que el crecimiento del conocimiento altera nuestras condiciones, necesitamos nuevas comprensiones para cambiar nuestros planes”.

Pero resulta que en 2025 uno de los sintagmas preferidos de las nuevas derechas ha sido "empatía suicida", que Elon Musk invoca regularmente en sus tuits. El origen de esta construcción es, simplemente, la forma en que los políticos convencionales, del centroderecha al centroizquierda, han utilizado la noción de empatía para justificar malas políticas, especialmente en lo que se refiere a la inmigración. Para Musk y la administración Trump, que compartían mems hechos con inteligencia artificial para imitar una viñeta de cómic en la que se veían inmigrantes llorando al ser deportados a modo de parodia deshumanizadora, el mainstream político de los últimos años en Occidente se ha pasado décadas justificando políticas suicidas en nombre de la empatía con los desfavorecidos, y ahora deberemos endurecer el carácter si queremos sobrevivir.

Como en tantas otras cosas, en este diagnóstico de la derecha hay un núcleo de verdad que haríamos bien en tratar de entender y reconducir en vez de despreciar automáticamente. Dicho esto, la gran mentira es que una historia de errores políticos acabe desprestigiando una de las virtudes fundamentales del corazón liberal de nuestras democracias que, en última instancia, no es la causa de nuestra debilidad, sino lo que nos hace más fuertes que las alternativas iliberales que hoy levantan el brazo pidiendo su brazo. Porque la gracia de poner en el centro la compasión en lugar de la crueldad es que construyes una sociedad pensando más en la posibilidad que tenemos todos de equivocarnos que en la obligación de actuar de la forma más perfecta y virtuosa posible conforme a un código moral que demasiadas veces se redefine a la carta. La empatía no significa ceder a las malas acciones, sino ser capaz de ponerte en el lugar de quienes desde la miseria o la discrepancia han actuado ilegalmente para responder proporcionalmente y con justicia. La gran convicción del liberalismo es que la empatía no sustituye a la estrategia política, sino que la mejora. La clave de las democracias liberales es la confianza de los ciudadanos en que sus instituciones se autolimitarán en el ejercicio del poder, y una sociedad que tolere la crueldad se debilita justamente porque erosiona esa confianza.

Personalmente, en los últimos años he sentido mucha aversión por las apelaciones vacías a la empatía de los partidos y activistas que le han utilizado para justificar malas o cínicas políticas. Pero confieso que, ahora que la crueldad se está normalizando, creo importante volver a los orígenes. Todo por decir que de los políticos que deben combatir el auge del autoritarismo y la crueldad no espero más proclamas emocionales, sino que propongan políticas distintas de las que han hecho en los últimos años y que, simplemente, sean capaces de explicarlas ligadas a un discurso humanista ya valores adultos que tengan en cuenta la compasión con los débiles. Quizás parece una diferencia de tono, algo meramente retórico, pero creo que políticamente haría una gran diferencia.

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