Hay que honrar a Ferrer y Guardia
15/06/2025
Socióloga
3 min

El 13 de octubre de 1909 fue fusilado, en el castillo de Montjuïc, Francesc Ferrer i Guardia. Un tribunal militar le había condenado a muerte atribuyéndole, sin prueba alguna, haber promovido los altercados de la Semana Trágica, esa revuelta barcelonesa provocada por la decisión de Maura, presidente en ese momento del consejo de ministros, de llamar a filas a los reservistas para llevarles al Rif a combatir contra los levantamientos que se iniciaban. La mayoría de los reservistas eran mayores, padres de familia, de origen humilde, y no aceptaron esa decisión. Las luchas fueron muy duras: murieron casi 100 personas –la mayoría civiles–, se encarcelaron a unas 2.000 y 5 fueron fusiladas. Uno era Ferrer y Guardia, para llevar a cabo un castigo ejemplar.

En efecto, la ejecución de Ferrer no pasó inadvertida. Hubo protestas y manifestaciones en muchas ciudades europeas, hasta el punto de que este hecho desató una campaña periodística, la "campaña ferrerista", que fue uno de los elementos primordiales de la caída del gobierno Maura. ¿Quién era Ferrer y Guardia, y por qué su asesinato causó tanta indignación?

Francesc Ferrer i Guardia ha sido uno de los mejores y más importantes pedagogos de Catalunya, y esto era ampliamente conocido en Europa. Más aún: hoy sigue existiendo un monumento en su memoria en Bruselas, financiado por suscripción popular, y tiene unas sesenta calles dedicadas a su memoria en Francia, Bélgica, Portugal y Brasil. Ferrer i Guardia, anarquista, librepensador, fue el creador de la Escuela Moderna, en 1901; una escuela que fue clausurada varias veces, y definitivamente en 1908.

¿Qué fue la Escuela Moderna? De forma sintética se puede decir que promovía una educación laica, racionalista y coeducativa, una enorme innovación, combatida frontalmente por la Iglesia. Con la voluntad de educar sobre todo a las criaturas de la clase trabajadora, tan abandonada en ese momento: en Barcelona, ​​en 1900 un 55% de la población era analfabeta o no tenía ningún estudio, especialmente las clases bajas y las mujeres. Pero, al mismo tiempo, el criterio de Ferrer es que la escuela no debe separar a los niños por clases sociales, formando guetos, sino que hay que educar conjuntamente diferentes estamentos, porque de otro modo estarán condenados a no entenderse. Lo que sorprende también, en contraste con las formas doctrinarias y memorísticas de las escuelas de la época, es la apertura de su pedagogía hacia el conocimiento científico, la observación y la investigación, siguiendo, en cierto modo, los principios de la Institución Libre de Enseñanza, tan importante en la renovación del pensamiento español de finales del siglo XIX.

La influencia de la Escuela Moderna sobre la pedagogía posterior fue inmensa. De hecho, podemos reencontrar sus rastros en toda la gran obra pedagógica del Ayuntamiento de Barcelona, ​​desde el primer presupuesto de cultura hasta el final de la guerra, y también posteriormente, en la medida en que las circunstancias lo permitieron. Pere Vergés, director de la Escola del Mar, fue alumno de la Escola Moderna, y en muchos momentos habló de la importancia de la formación recibida. La pedagogía de Ferrer inspiró la obra del CENU, el programa educativo de la Generalidad durante la guerra, uno de los proyectos escolares más avanzados que conozco. Más aún: muchas de las innovaciones educativas que se han consolidado con los años tienen su base en el pensamiento de Ferrer, y otras todavía hoy son proyectos de futuro.

Pese a la deuda que la escuela catalana tiene con Ferrer, no se ha hecho nada hasta ahora para anular su condena y reivindicar su legado educativo. Hay que felicitarnos, pues, por el hecho de que la Fundación Ferrer i Guardia haya tomado la iniciativa de lanzar un manifiesto dirigido a toda la ciudadanía reclamando la anulación de la condena y el reconocimiento público de un legado de primordial importancia. Un manifiesto firmado hasta ahora por el Ayuntamiento de Alella –Ferrer nació en esta población, y todavía se conserva su casa–, la Federación de Movimientos por la Renovación Pedagógica, la Sociedad de Historia de la Educación de los Países de Lengua Catalana y algunas personas que hemos trabajado sobre la educación en Cataluña. Esperamos que estos días, cuando el manifiesto se haga público, lo firmen muchas más entidades y personas, hasta convertirse en un clamor que no tenga freno.

Una sociedad que no reconoce a los y las que más han aportado a la vida colectiva está renunciando a su propia historia. Y cuando, además, han sido víctimas de una injusticia monstruosa, destinada a servir de escarmiento para quien quiera cambiar cosas fundamentales, necesitamos actuar absolutamente, exigiendo el enaltecimiento y la reparación.

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