En 2008, el entonces conseller de Medio Ambiente de la Generalitat fue preguntado en la radio si había rezado para que terminara la sequía y admitió que sí, que había aprovechado la presencia del Govern en unos funerales en Montserrat para dirigir -se a la Moreneta y decirle: "Sabes que soy agnóstico, pero si puedes hacer algo, hazlo". Han pasado dieciséis años y la frase todavía se recuerda, sobre todo en tiempos de sequía como los de ahora 2024, en la tradicional visita del día de Santa Eulalia al Monasterio de Pedralbes, el alcalde de Barcelona ha pedido a las monjas clarisas que recen para que llueva en estos términos: “Pidan a quien corresponda que ayude a llover”.
Ninguno de los dos ruegos rebosa entusiasmo, precisamente, pero muestran que rezar (o encargar a un creyente que rece oa una divinidad para que interceda) todavía es una especie de última carta cuando van mal dados, es la expresión de un deseo muy sentido que al no verse satisfecho por las vías naturales se formula en términos sobrenaturales, incluso por parte de aquellos que no creen, a medio camino entre la desesperación, la superstición y el "para probarlo no se pierde nada".- _BK_COD_ Rezar es una cuestión de fe y no hay dos vez iguales, de modo que incluso entre los mismos creyentes hay escépticos que se sienten incómodos de opinar que se puede orar para que llueva. Pero la emergencia por sequía es lo suficientemente desesperante como para que, rezando o no, reflexionemos sobre el poco valor que otorgamos a lo que damos por supuesto porque el grifo ha manado siempre, y empezamos a situar las cosas de la vida en una nueva escala de valores. Y eso sí depende de nosotros, y no de ninguna divinidad.