Rosalía y el retorno de la espiritualidad

Rosalía en la Sala Oval durante la escucha del disco 'Lux' de Rosalía.
07/11/2025
3 min

En el artículo de esta semana Ferran Sáez aprovechaba el nuevo disco de Rosalía para advertirnos contra la tentación de leer la popularidad de cierto tipo de espiritualidad como si fuera "la deriva de una búsqueda de sentido en un mundo ultrafragmentado". El misticismo con el que trabaja la cantante de Sant Esteve Sesrovires en su nuevo proyecto es lo que Sáez llamaría una "espiritualidad posmoderna", que, por su imbricación en la lógica del mercado, sería directamente incompatible con la transformación de la conciencia que el propio disco invoca. Coincido con el diagnóstico, pero me gustaría aprovecharlo para hablar del mundo hacia el que esta operación artística se dirige, porque podemos estar seguros de que las grandes divas del pop son lectoras muy atentas de la época en la que viven, y que Rosalía quiera hacer arte y negocio de un cierto retorno a la espiritualidad quiere decir que ese cierto retorno no se le ha sano. darle forma y aprovecharlo.

Oscar Wilde escribió De profundis (en catalán en Ediciones de la Ela Geminada) durante una condena en prisión muy dura. El texto es una carta dirigida a su amante Lord Alfred Douglas, porque Wilde pasó dos años encarcelado justamente por esa relación homosexual, que los tribunales sentenciaron como "indecencia repugnante". Durante este tiempo, Wilde desarrolló convicciones espirituales profundas y, al mismo tiempo, decía que seguía siendo incapaz de creer en el sentido tradicional: "Cuando pienso en la religión, siento como si quisiera fundar una orden para aquellos que no pueden creer: la Cofradía de quienes no tienen fe, podríamos llamarla, donde en un altar, donde no arde sin bendecir y un cáliz vacío de vino. Todo, para ser verdad, debe convertirse en una religión. Y el agnosticismo debería tener sus rituales no menos que la fe".

¿Qué significa que "Todo, para ser verdad, debe convertirse en una religión"? Aquí, Wilde está estableciendo una diferencia crucial entre la realidad de los hechos y nuestra forma de relacionarnos con ellos. Se entiende mucho más fácilmente con el doble sentido que en inglés tiene la palabra "trueLa idea es que los seres humanos no tenemos suficiente con la verdad factual para saber cómo actuar en el mundo, sino que la acción es el resultado de tomarse las verdades con una seriedad determinada. de verdades descontextualizadas, que es tal vez el tipo de atención a la verdad que fomenta la internet actual.

Ni que decir tiene que el mundo vuelve a hablar de espiritualidad porque hay una crisis política. No es nada especial, porque gracias a la historia sabemos que la espiritualidad siempre vuelve en momentos de dificultad material, justamente porque la fe es la posibilidad de mantenerse fiel a unos principios, verdades, en ausencia de una obvia e inmediata recompensa para seguirlos. A la inversa, es comprensible que durante las décadas de bonanza se lanzaran a la papelera de la historia categorías como el sacrificio, la redención y la esperanza, en aras de la utilidad, la reforma gradual y el optimismo. DelHomo economicus en la ética de los cuidados, en los últimos años hemos visto que las teorías de la naturaleza humana en boga nos dejaban sin ciertas herramientas fundamentales para entender y combatir el bajón.

Como sabemos, ese regreso es ambivalente. A priori, le está capitalizando una sensibilidad conservadora. Ya hay mil críticas en el videoclip de Berghain para mostrar a Rosalia haciendo tareas domésticas porque se podría leer como la apología de una espiritualidad individualista y despolitizada. Sin embargo, si seguimos con la idea de que la espiritualidad es una cierta forma de relacionarse con las verdades, la experiencia cotidiana puede ser el primer paso de un camino mucho más radical.

En su versión más inmovilista, la religión entiende la fidelidad como una adhesión acrítica al colectivo de los propios en contra de otro colectivo que es identificado por seguir una religión contraria e incompatible con la nuestra. Aquí el objetivo es la guerra permanente. En una versión que yo encuentro mucho más radical y, por tanto, mucho más exigente y conmovedora, la religión es la fidelidad a principios universales que sirven de puente entre el particularismo propio y la posibilidad de actuar conjuntamente con los demás. Y, sobre todo, la religión es también la posibilidad de crear lazos de solidaridad lo suficientemente fuertes para no venderse a las primeras de cambio. La crisis de la izquierda hoy podría trazarse hasta el momento en que dejó morir al conjunto de prácticas y rituales que mantenían vivas sus verdades más radicalmente universales y delegó su cumplimiento a la burocracia y al mercado.

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