¿Sexo? Cuestión de género

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Dosier La revolución del género y el sexo Desplega
1
La revolución del género
2
Del heteropatriarcado al género fluido: un glosario de la diversidad
3
"¡Soy una mujer con pene y soy feliz!": vidas fuera de la norma
4
La autodeterminación de género tensiona la Moncloa
5
"¿Es niño o niña? Será lo que quiera ser"
6
Ni ella ni él, y (prácticamente) inexistentes en la televisión
Editorial
¿Sexo? Cuestión de género

El problema ya no es el sexo. Ahora la cuestión es el género. Por suerte, nuestra sociedad ha avanzado mucho en respeto hacia las opciones sexuales de cada uno: en especial entre los jóvenes, se va normalizando la libertad individual de disfrutar del sexo sin los corsés y tabúes morales de otras épocas en que el catolicismo marcaba la pauta férreamente. El sexo solo era para procrear, solo dentro del matrimonio y por supuesto solo heterosexual. A pesar de las reminiscencias, todo esto ya empieza a ser historia.

El debate hoy en día se sitúa en otro plan, el del género, es decir, cómo uno se siente más allá de su sexo biológico, cuál es su identidad autopercibida. El binarismo hombre mujer está en cuestión: hay personas que no se identifican con ninguna de las dos categorías tradicionales y mayoritarias. Más allá de la desigualdad de género que desde hace décadas combate el feminismo, y que, a pesar de los adelantos, continúa vigente en muchos ámbitos de la vida laboral y familiar, ha surgido con fuerza la necesidad del género no binario, también llamado neutro: una tercera categoría que a su vez incluye un amplio abanico de posibilidades y matices. Porque una cosa es la orientación sexual y otra la identidad de género, es decir, una cosa es cómo te sientes y la otra qué te despierta deseo. Si partimos del respeto hacia las decisiones que afectan el cuerpo de cada uno, habrá que dar carta de normalidad a las diferentes expresiones que se abren y que a menudo rompen los esquemas que a mucha gente le daban seguridad, pero que no van en contra de nadie. La vivencia del sexo y la identidad no puede ser reducida a una transgresión ni vista en ningún caso como una agresión, sino como un acto natural y libre de afirmación personal en un mundo globalizado y en cambio permanente.

Dicho esto, tampoco hace falta sacralizar e identificar los nuevos géneros e identidades como la panacea de la autorrealización. Lo importante es el derecho a elegir, nada más y nada menos. La biología continuará existiendo y teniendo un gran peso. Pero la aproximación cultural o social que tengamos será más abierta. Ahora bien, para hacer posible esta apertura mental será clave la manera en la que integramos esto tanto en la educación (en casa y en la escuela) como en la legalidad, la medicina o el idioma. En ninguno de estos cuatro ámbitos es una cuestión obvia o fácil, tal como se está viendo, por ejemplo, con la llamada ley trans, que quiere dar carta oficial a la autodeterminación de género: ¿tiene que estar ligada al sexo biológico o basta con la voluntad y autopercepción de la propia persona? Como sucede con la división dentro del mismo feminismo, PSOE y Unidas Podemos no se ponen de acuerdo. Pero el mero hecho de que se esté legislando sobre el tema ya es un paso hacia delante. Habrá que dar mucho más, y darlos desde el máximo consenso social posible.

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