La revolución del género
Las nuevas generaciones reivindican la diversidad y empujan la sociedad a ampliar la mirada más allá del género binario
BarcelonaHombre y mujer. Masculino y femenino. Esta clasificación binaria del mundo deja fuera a muchas personas que no se identifican con ella. Son personas con otras identidades de género y orientaciones sexuales representadas por las siglas LGTBI+. Las nuevas generaciones reivindican esta diversidad y empujan la sociedad a ampliar la mirada más allá de los genitales.
¿Cuál es la diferencia entre sexo y género?
Tradicionalmente se ha considerado que el sexo respondía a características biológicas (genitales, hormonas y gónadas), aquello que viene determinado por la naturaleza, mientras que el género es una construcción social y cultural a partir de las expectativas sobre cómo se espera que hombres y mujeres se comporten, se vistan o se comuniquen. Es decir, “la interpretación de esta biología a partir de los estereotipos y los roles asociados”, dice Miriam Solá, socióloga y consultora en políticas de género. “En un origen la división sexo y género era muy funcional para poder entender que había diferencias naturalizadas y las feministas de la época dijeron que el género no tenía nada de natural, que era cultural, y que podemos transformar esta parte cultural”, explica el activista trans y feminista Teo Pardo. Pero en los 90 y a principios del 2000 surgen nuevas miradas desde ámbitos académicos y filosóficos y desde el feminismo queer , que dice que aquello que habíamos entendido como biológico, el sexo, también es cultural. “Hay una parte de construcción del cuerpo que también es muy cultural y que tiene que ver con la transformación de los cuerpos: las personas nos depilamos, nos hormonamos, nos maquillamos”, sostiene Pardo.
Gracia Trujillo, profesora de sociología de la Universidad Complutense de Madrid, activista LGTBI-queer y feminista, sostiene que “el sexo es una categoría política que se asigna en función de los genitales exteriores” y cree que “hay que avanzar hacia una sociedad más libre, donde cada cual viva en libertad su identidad”. Trujillo piensa que hay muchas asignaturas pendientes. Una es la educación, que para la estudiosa y activista es “castrante” porque desde la etapa infantil “hay una obsesión por el género, para saber en cuál de las dos cajas encajas, porque según la caja que toque se desarrollarán expectativas y capacidades. Se articula todo en el binarismo de género y hay poca opción para más cajas, no se permite la diversidad sexogenérica, se obliga a escoger muy pronto”, a pesar de que Trujillo recuerda que “hay cuerpos, sexualidades e identidades diferentes que necesitan maneras diferentes de expresarse”.
¿Es una distinción obsoleta?
Sexo y género son terminologías que “sirven para entender que la desigualdad hombre/mujer continúa vigente y, por lo tanto, hay que continuar hablando del origen que la genera, que es el sexo”, opina Teo Pardo, que puntualiza que la diferenciación sexo/género “ahora no está tan clara porque son cosas que se entrecruzan”. Pone un ejemplo: “Cuando se inscribe un bebé en el Registro Civil, registras el sexo pero a la práctica lo que estás registrando son sus expectativas, porque en función de aquel registro recibirá un trato u otro”. Para Gracia Trujillo, el género ha servido para analizar cuestiones como la violencia y la salud, pero considera que “ahora hay que introducir otras diversidades y expresiones de género”. “El objetivo es expresarte más libremente más allá del binarismo ”, sostiene.
¿Cuántos géneros hay?
Hay una cierta convención que el género puede ser masculino, femenino o no binario (y aquí se engloban todos quienes no se identifican con ninguno de los anteriores), explica Solá, que cree que tenemos que superar la idea de los géneros “como una cuestión binaria cerrada y verlo como una gran diversidad”. Destaca que cuando hablamos de diversidad de género y sexual tenemos que tener claro que “no es una cuestión del colectivo LGTBIQA+, sino un derecho de la ciudadanía": "Pensar en términos de diversidad sexual y de género es mejorar la vida, hacer el deseo más libre, y esto es bueno para todos. Tenemos que tener claro que vivir en una sociedad que nos deja querer y ser lo que queremos ser nos beneficia a todos”.
La consideración binaria del género, opina Teo Pardo, “es un problema porque deja a gente fuera y genera violencias graves”. Por ejemplo, hace que los infantes intersex, dice Pardo, estén muy invisibilizados. Y recuerda que sexo y género se han entendido como binarios en la cultura occidental, pero hay otras donde el espectro es más amplio.
Teresa Godàs, psicóloga clínica del Hospital Clínic de Barcelona, también cree que los géneros que hay son “el masculino, el femenino y el no binario, o también dicho neutro, que son todas las personas que no se identifican con las primeras categorías”. Y recuerda la primera vez que en la Unidad de Género del Clínic, creada en 1986, hicieron un informe sobre una persona no binaria porque no se identificaba ni como hombre ni como mujer: “Hemos avanzado mucho desde entonces”.
Rosa Almirall constata que la realidad nos demuestra que hay personas que “no se adaptan a este sistema sexo-género binario”. Y dentro del sistema no binario, recuerda que “hay un amplio abanico”: “Cada persona tiene unas necesidades únicas y los profesionales de salud tendrían que adaptarse a esta nueva realidad sin juzgar, pero esto no se podrá hacer si la sociedad no abre la mirada a otras posibilidades de estar en el mundo que no son las tradicionales".
¿Qué es la identidad de género?
"Es como las personas que se identifican a partir de una cuestión social y cultural”, explica Míriam Solá, que destaca que todo empieza cuando nacemos: “En función de lo que tenemos entre las piernas se nos asigna si somos hombres o mujeres. Hay gente que se identifica con esta asignación y hay gente que no, como las personas trans. ¿Pero quién determina el género? Este es el principal caballo de batalla que enfrenta a partidarias y detractoras de la ley trans que impulsa el ministerio de Igualdad y que prevé la autodeterminación de género sin necesidad de pasar por un proceso médico. En el centro de la disputa está la disyuntiva sobre qué determina el género, si el sentimiento personal o el sexo biológico.
Rosa Almirall introduce un tercer elemento: la expresión de género, que es la manera que tiene una persona de expresar su identidad. Una cosa es cómo se presenta al mundo (la expresión de género) y otra cómo se siente (identidad de género). “Tú puedes ser una mujer biológica con expresión masculina y sentirte mujer, o un hombre biológico con expresión de género masculina pero sentirte mujer”, pone como ejemplo. Y entre la masculinidad hegemónica y la feminidad hegemónica hay un amplio abanico, recuerda Almirall, en el que cada persona se sitúa.
¿Qué papel juega la orientación sexual?
Orientación sexual e identidad de género son conceptos diferentes, pero están muy relacionados, dicen Solá y Pardo. “El primer paso es si te sientes mujer, hombre o no binario y después, quién te gusta, quién te despierta deseo”, dice Solá. “Se nos dice que hay dos sexos y solo dos y que a cada uno le corresponde un género y esto marca la división sexual del trabajo y de los cuidados y, además, nos dicen que estos dos géneros serán complementarios y que el deseo y la sexualidad natural serían el heterosexual”, añade Pardo, que considera que si viviéramos en un “sistema mucho menos rígido” muchas personas trans “no habrían necesitado transitar”. “Tenemos que pensar en un horizonte en el que todo el mundo pueda vivir felizmente con el cuerpo que tiene y también tenemos que entender que no hemos llegado a este horizonte y que [las personas trans] queremos vivir vidas vivibles y, por lo tanto, a veces tenemos que tomar decisiones sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas”, argumenta Pardo.
¿Cómo lo viven los jóvenes?
“Los jóvenes lo tienen mucho más aceptado”, dice Míriam Solá, que valora cómo la diversidad sexual y de género se vive con más naturalidad en las aulas: “En un instituto te encuentras por ejemplo personas que se identifican como bisexuales o pansexuales porque como categorías no binarias son lugares cómodos en los que colocarse”. Las generaciones más mayores, en cambio, tienen que hacer caer barreras mentales, pero también lo van aceptando, asegura la socióloga.
Si bien Teo Pardo coincide que los jóvenes de hoy se hacen “planteamientos no binarios que pueden ser muy transformadores y que ponen en cuestión todo el sistema”, también recuerda que “el 90% de la voz y el espacio en el aula lo continúan ocupando los chicos”. “El discurso más transformador coexiste con prácticas que continúan siendo muy desiguales”, explica. Él es profesor de instituto y a menudo se presenta como hombre trans porque considera que hay que generar referentes próximos.
Rosa Almirall opina que los jóvenes han abrazado esta diversidad. “Tienen una mentalidad más abierta y más crítica y ven absurdo que partes de la ropa o del cuerpo indiquen si se es masculino o femenino”, dice, y cree que esto es consecuencia del trabajo hecho por el feminismo. “Primero ha sido necesario que el feminismo haya roto esquemas rígidos sobre cómo se tiene que comportar y vestir una mujer, y ahora estamos un paso más adelante y los jóvenes se cuestionan más allá. Entienden que entre la masculinidad y la feminidad hegemónica hay un contínuum enorme en el que la persona se puede posicionar y puede evolucionar”.
¿Se puede crecer sin género?
En países como Alemania, Australia, Nueva Zelanda, los Países Bajos, India, Canadá y Nepal, entre otros, es legal el tercer género o género neutro cuando alguien no se identifica con el masculino o femenino. En el estado español no es posible, a pesar de que hay familias que educan en el género neutro. Teresa Godàs ve difícil criarse sin género asignado porque, por su experiencia, “los infantes alrededor de los 3 años ya adquieren y actúan según una identidad de género: lo tienen en la cabeza y esto no se puede esconder”. Teo Pardo opina que con el intento de hacer que el género no sea importante acabamos generando el efecto contrario y dándole todavía más importancia, “porque el esfuerzo que se tiene que hacer para esconder el sexo de un infante acaba haciendo que la crianza gire alrededor de esto”. Por eso defiende, más bien, hacer que “no sea importante”. Cree que la estrategia pasa por replantearnos “cómo explicamos los cuentos, qué expectativas ponemos en nuestros infantes, qué juegos favorecemos o cómo les generamos referentes para no reproducir estereotipos”.
Rosa Almirall confía en que las personas que han sido educadas en el género neutro serán más “críticas con el género y les será más fácil expresarse si tienen una diversidad o el espectro de preferencias se ampliará, y esto por si solo ya es bueno, aunque posteriormente se definan como binarios”. Pero constata que en la sociedad actual es muy difícil crecer con un género neutro “porque siempre chocarás con el entorno”; en el momento en que un infante “se socializa, le llegan permanentemente mensajes de esta sociedad, que no es de género neutro”.
¿Qué papel juega la biología?
Rosa Almirall, ginecóloga y directora de Trànsit, el servicio de salud del ICS para personas trans, explica que hay dos teorías, situadas a los extremos. Hay una corriente biologicista que intenta explicar la identidad de género con parámetro biológicos (“por un gen diferente que se está buscando, por una estructura cerebral diferente en identidades masculinas o femeninas...”), mientras que en el otro lado hay una corriente que niega el biologicismo y asume otros criterios, como por ejemplo la construcción social. “Creo que hay una mezcla de las dos cosas, probablemente hay algo biológico y también de construcción social, pero no sabemos en qué porcentaje”. En todo caso, Almirall sostiene que este debate nos aleja de lo que es realmente importante: “Aceptar socialmente esta diversidad y dar espacio”. Y reconoce que la medicina “es extremadamente biologicista”, si bien hay profesionales, como ella, que han cambiado. “La medicina lo que ve es el sexo y el cuerpo, y no se plantea muchas preguntas más. La medicina forma parte del poder cisheteropatriarcal y por eso el planteamiento de atención a las personas con identidades de género diversas todavía pasa por intentar que vayan de A a B, es decir, que encajen en el estereotipo de género. Quien no quiera operarse o hacer una transformación hormonal, no tiene lugar en el sistema de salud o tiene más dificultades. Pero algunos lo vemos de otro modo”.