Ni siquiera Gernika es un símbolo de consenso en España

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Imagen del hemiciclo del Congreso  de Diputados ayer apenas cuando 
 Va empezar la comparecencia del presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski.

BarcelonaLos asesores del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, pensaron que la mención del bombardeo de la ciudad vasca de Gernika en abril de 1937 por parte de la Legión Cóndor alemana era el símil que mejor ayudaría a la opinión pública española a empatizar con lo que está pasando en Ucrania. Y ciertamente ese bombardeo se convirtió muy pronto en un símbolo de la barbarie nazi, documentado primero por periodistas sobre el terreno, como el corresponsal en España del Times, e inmortalizado después por Pablo Picasso en una obra que tiene el carácter de icono universal de lo que significan los desastres de la guerra. En un país normal, con una cultura democrática y una memoria histórica compartidas, Gernika sería un símbolo indiscutible de consenso y de unidad, ya que las investigaciones posteriores han demostrado que la destrucción de la villa vasca y el asesinato de cientos de sus habitantes no tenía ningún valor militar, sino que se trató simplemente de una operación para extender el terror entre la población civil.

Quién lo iba a decir, sin embargo, que en España no es un símbolo de consenso, y el tercer partido en representación en el Congreso de Diputados, Vox, se desmarcó ayer de la mención que hizo Zelenski y aseguró que la comparación más adecuada habrían sido las matanzas de presos nacionales que tuvieron lugar en Paracuellos del Jarama en otoño de 1936. Lo hizo su presidente, Santiago Abascal, después de que las redes sociales ultras hirvieran durante horas contra el presidente ucraniano. Se podría caer en la tentación de pensar que el posicionamiento de Abascal es una anécdota, pero sería un error, porque justamente es la constatación de que en España hay sectores muy importantes (y que a partir de la próxima semana formarán parte del gobierno autonómico de Castilla y León) que 40 años después de la muerte del dictador no cumplen unos mínimos estándares democráticos.

Porque si Zelenski eligió Gernika no fue porque sí. Lo hizo porque se trató de un ataque indiscriminado contra la población civil como el que ahora se está produciendo en muchas ciudades ucranianas, convirtiéndose en un punto de inflexión histórico. Quizás no fue el primer intento de borrar una población entera del mapa, pero para la opinión pública mundial inauguró una nueva forma de entender la guerra en toda su crueldad y deshumanización, donde los civiles pasaban a ser las principales víctimas. Por eso hoy Gernika es un símbolo compartido por todos los demócratas del mundo, porque trasciende incluso la Guerra Civil Española. Pero la existencia en España de una ultraderecha nostálgica del franquismo impide hacer ese reconocimiento. Y la comparación con las matanzas de Paracuellos es ridícula, puesto que en el bando franquista hubo muchos más y mejor planificados Paracuellos, un exterminio físico de opositores al régimen que siguió hasta bien entrada la posguerra.

España debe preguntarse por qué, 47 años después de la muerte de Franco, todavía no se puede considerar Gernika como un símbolo compartido. Y la respuesta seguro que ayuda a entender muchas de las cosas que suceden todavía.

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