El fin de la era de los tipos de interés bajos

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La presidenta del BCE, Christine Lagarde, este jueves en Amsterdam.

BarcelonaEl Banco Central Europeo (BCE) ha hecho este jueves el anuncio que todo el mundo esperaba desde hacía tiempo: el organismo pone fin al programa de compra de deuda pública y corporativo y, además, en la reunión del mes de julio subirá el precio del dinero un cuarto de punto. Este conjunto de decisiones supone un punto de inflexión, representa el fin de la era de los tipos de interés bajos –puesto que el precio del dinero ha estado en el 0% desde el 2016– y también de la vía libre de los estados para endeudarse. El efecto que se busca es parar la escalada de la inflación, puesto que si se encarecen los préstamos se enfría la actividad económica y las empresas se pueden ver obligadas a bajar precios para atraer a clientes. Este es el círculo virtuoso que se persigue en un contexto en que la subida de los precios generalizada amenaza con empobrecer la población y, de rebote, estrangular la economía.

El mensaje es muy potente, porque, además, el BCE anticipa que el mes de septiembre volverá a subir los tipos medio punto, hasta situarlos en el 0,75%. De este modo, Europa sigue la estrella de la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra, que ya hace tiempo que empezaron a encarecer el precio del dinero. Se trata de una decisión macroeconómica que tiene, sin embargo, un impacto directo en las economías familiares. Para empezar, aquellos que tienen una hipoteca a tipo variable verán como les aumenta la mensualidad, a pesar de que el Euríbor ya hace tiempo que ha anticipado las subidas. Pero también se encarecerán los préstamos y todas las vías de financiación. La era del dinero barato que hemos vivido desde el final de la crisis del 2008 llega al final, y toca ajustarse el cinturón y aplicar una especie de receta de la austeridad a escala casi individual.

Por el contrario, sin embargo, si se consigue bajar la inflación, los ciudadanos recuperarán poder adquisitivo y, por ejemplo, no tendrán que afrontar grandes incrementos en gastos indexados al IPC como pueden ser los alquileres. La medida también busca incentivar el ahorro, un concepto prácticamente desconocido para las nuevas generaciones, que siempre han visto que cualquier inversión era más rentable que dejar el dinero en el banco. Este factor es el que explica en parte el repunte que está viviendo actualmente el sector inmobiliario, con riesgo de estallido de la burbuja que siempre supone.

De alguna manera, el exceso de deuda pública provocada por la pandemia y el impacto de la guerra en Ucrania han generado una situación que obliga a un replanteamiento de las políticas económicas que se han aplicado los últimos años, y que en parte llevaban a repetir los errores que condujeron al desastre del 2008. Con el grifo de los bancos cerrado, toca repensar también nuestro consumo en una clave más sostenible y respetuosa con el medio ambiente. Toca recuperar valores tradicionales como el del ahorro. Y esto también obliga a las administraciones a pensar muy bien a qué dedican cada euro. Ya no sirve improvisar ni aprobar medidas populistas y efectistas, sino buscar soluciones estructurales y con mirada larga. El BCE ha dicho basta porque hay peligro de descarrilamiento. Pero tampoco hace milagros.

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