Gisèle Pelicot con sus abogados en la salida del tribunal que juzga su caso.
29/11/2024
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Esta semana, coincidiendo con el 25-N, se hacía pública la petición de la Fiscalía de 20 años de cárcel para Dominique Pelicot. Es la pena máxima en el sistema judicial francés, que todavía tiene una gran asignatura pendiente: la incorporación del concepto del consentimiento en relación a las violencias sexuales. Sin embargo, gracias al caso la sociedad francesa está reaccionando (también la europea), y se está acelerando un proceso de toma de conciencia colectiva. Es triste, pero real: en la lucha contra las violencias machistas avanzamos a trompicones a partir de casos de extrema gravedad que rompen imaginarios.

¿Qué tienen estos casos? ¿Qué lo hace, que generen grietas en el alquitrán y faciliten que surja la verdadera realidad de las violencias sexuales para construir relato? Que no admiten la negación de la violencia machista como fenómeno.

El caso de Gisèle Pelicot es un muy buen ejemplo de cómo sirven estas historias para deshacer mitos. Ésta en particular nos ha permitido consolidar dos aprendizajes clave:

1. La urgencia de que la vergüenza cambie de bando y recaiga sobre los agresores. A través de su ejemplo transformador de mostrarse, de no esconderse, Gisèle Pelicot se ha convertido en referente y palanca de cambio para la mirada social. Nunca le agradeceremos lo suficiente, porque esto marcará un antes y un después.

2. ¿Quiénes son los violadores? Aquí es donde creo que la sacudida ha afectado sobre todo a los hombres: lo evidencia el manifiesto que unos 200 hombres franceses del mundo de la cultura firmaron admitiendo que la violencia machista no es una violencia de monstruos, sino de hombres corrientes, apelando al carácter estructural de estas violencias, reconociendo que todos los hombres sin excepción se benefician de un sistema que domina a las mujeres y pidiendo la solidaridad con las víctimas, y no con los agresores. Es una buena noticia, y un cambio de paradigma respecto a lo cansado y absurdo not all men, que no es más que una estrategia de resistencia que nos deja enquistados en el mismo barro. Estos 200 hombres interpelan, por fin, a los hombres; les piden revisarse y tomar conciencia sobre la necesidad de repensar cómo han gestionado el consentimiento en sus vidas.

Es primordial que entendamos que estos hombres que agredieron sexualmente a Gisèle Pelicot y que estos días son juzgados en Francia son el reflejo de la mayoría de violadores: hombres normales y corrientes que han sido socializados en el marco patriarcal y que aprovechan los privilegios que les ha regalado una sociedad como la nuestra para acceder a los cuerpos de las mujeres y convertirlas en objetos sexuales por ser utilizados y agredidos y en los que tan sólo importa el propio disfrute. Por muy difícil que nos sea aceptarlo, no verlo así es desresponsabilizarles de su barbarie. Con excusas ignominiosas durante el juicio, estos más de 50 hombres corrientes no han dejado de intentar aniquilar a Gisèle Pélicot. Pero al fin los violadores están esperando veredicto.

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