Una violencia preocupante contra los Mossos
BarcelonaLos datos de los Mossos y las policías locales son inequívocas: la pandemia, y sobre todo los meses de confinamiento y toque de queda, ha dejado un poso de desconfianza y pérdida de respecto a la autoridad que se ha traducido en un aumento considerable de los ataques con violencia contra los agentes uniformados. Respecto al 2019 (el último año normal), los delitos contra la autoridad y de desobediencia se han más que duplicado. Esta violencia, además, no se da en contextos de reivindicación política como el que significaron las protestas contra la sentencia del Procés, sino que se da a menudo en un ambiente de ocio y festivo como por ejemplo los botellones o las fiestas mayores.
Los agentes a pie de calle explican episodios como intentos de agresión, de saqueo de una ambulancia o incluso de robo del arma a un policía que intervenía en una pelea en la calle. Lo que los expertos ven detrás de esto es la expresión de un malestar, sobre todo entre los jóvenes, que ahora aflora después de dos años de fuertes restricciones a la movilidad y a las posibilidades de tener relaciones sociales. La pandemia nos obligó a vivir en un estado policial como no se había conocido desde el franquismo, con toques de queda nocturnos y prohibición de salir de determinadas zonas, lo cual provocó una fuerte desazón social.
A pesar de que las restricciones estaban justificadas por la crisis sanitaria, la obligación de hacer que se cumplieran recayó en las fuerzas de seguridad, que de repente se vieron haciendo un papel para el cual no habían sido preparadas, que hizo que en algunos casos hubiera extralimitaciones. Aun así, con la recuperación de la normalidad, los Mossos han visto cómo ha aumentado la animadversión contra ellos y se enfrentan a una violencia y una hostilidad inéditas.
Como hemos dicho, este malestar bebe básicamente del periodo pandémico, pero habrá que analizar también el resto de factores que lo explican. Y sobre todo habrá que pensar estrategias y actuar para hacer frente a un fenómeno preocupante. Los Mossos necesitan recuperar la autoridad perdida, y esto es una responsabilidad compartida entre la ciudadanía y las instituciones. No se trata tanto de inculcar un respeto reverencial por la autoridad como de entender que cuando la policía actúa es porque se está poniendo en peligro la convivencia, por ejemplo en los casos de los botellones o las fiestas en la calle.
Junto a esto, hay que exigir también que no se haga un uso abusivo de la llamada ley mordaza, que fue impulsada por el PP para frenar las protestas contra los recortes y que el gobierno de Pedro Sánchez se ha comprometido a reformar para eliminar los tics autoritarios. Porque el respeto a la autoridad no se puede basar solo en el miedo a ser denunciado o en el uso de la fuerza, sino que tiene que ser un pacto social entre la ciudadanía y sus fuerzas de la orden, que tienen que actuar de manera escrupulosamente democrática y sancionar cualquier abuso de autoridad o poder. El mayor Josep Lluís Trapero tiene que ser escuchado cuando se pregunta qué tiene de revolucionario lanzar una piedra a un agente y cuando pide el apoyo del Govern. Del mismo modo, sin embargo, el cuerpo tiene que practicar la tolerancia cero con los abusos policiales.