La visita de Juan Carlos, un auténtico desastre real

3 min
Joan Carles al club náutico de Sanxenxo

BarcelonaSi los días previos a la llegada de Juan Carlos I ya era muy perceptible la incomodidad del gobierno español y algún ministro alertaba que el rey emérito "no era consciente de lo que había hecho", con el final del viaje ya se puede decir que se han cumplido los peores augurios para los intereses de la Casa del Rey. La exhibición impúdica del monarca en Sanxenxo mientras la sociedad española sufre una situación económica muy frágil derivada todavía de los efectos de la pandemia y de la guerra en Ucrania, sumada a la falta total de autocrítica por parte de Juan Carlos I, han convertido este regreso en un auténtico desastre real.

Tan grande ha sido la vergüenza que producían las imágenes que se han repetido durante todo el fin de semana, que el PSOE, partido de estado y de gobierno, se ha visto obligado a marcar distancias. La portavoz del ejecutivo de Pedro Sánchez, Isabel Rodríguez, ha reconocido que "el rey ha perdido una magnífica oportunidad de dar explicaciones y pedir perdón", una manera muy explícita de mostrar el enojo de los socialistas con un episodio que echa por tierra todos sus esfuerzos para mejorar la imagen de la monarquía y poner un cortafuego entre el actual rey, Felipe VI, y su padre.

El PSOE ha reaccionado de este modo porque tiene un problema con su base electoral, que según algunos estudios demoscópicos ha virado hacia el republicanismo, sobre todo los más jóvenes, y ya no le es tan fácil mantener un apoyo incondicional a la monarquía. La cuestión es que el problema que representa Juan Carlos I no se acaba aquí, puesto que el emérito está decidido a continuar viniendo a ver sus a amigos, e incluso, tal como ha quedado clar en el comunicado oficial, no se descarta que pueda fijar su residencia en España, a pesar de que en un entorno privado.

Es de suponer que padre e hijo habrán tenido una larga conversación en la Zarzuela este lunes y que la Casa del Rey y la Moncloa ya deben de estar pensando fórmulas para minimizar el impacto de las visitas. Pero ninguna estrategia de imagen podrá esconder la cuestión de fondo: el monarca que protagonizó la Transición se dedicó durante años a cobrar comisiones y a esconder dinero en el extranjero. Y solo el blindaje constitucional, la famosa inviolabilidad que ni siquiera ahora el PP y el PSOE se atreven a eliminar, ha evitado que pudiera ser juzgado en España. Quedaba al menos la esperanza de que el monarca aceptara algún tipo de contrición, que pidiera disculpas de manera pública, igual que hizo después de la famosa cacería de elefantes de Botsuana. Pero nada de todo esto ha pasado. El rey se ha comportado como si no hubiera pasado nada e incluso ha respondido, medio ofendido, con un "¿explicaciones de qué?" cuando se le ha requerido.

El PSOE tiene que ser consciente de que las medidas cosméticas que ha aprobado para mejorar la imagen de la monarquía se quedan muy cortas, que la crisis es mucho más grande y que nada hace pensar que vaya a menos, más bien al contrario. Hoy marcar distancias ya no es suficiente. Lo mínimo sería reformar la Constitución para que un caso parecido no pueda volver a pasar. Pero parece que Felipe VI no quiere renunciar a la inviolabilidad que ha salvado a su padre.

stats