Déjame decirte

La aportación española a la incertidumbre global

El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, durante una sesión plenaria en el Congreso de los Diputados.
10/05/2025
4 min

MadridTantas buenas palabras emitidas desde el Vaticano en las últimas semanas –empezando por las últimas del papa Francisco–, escuchadas a escala global, y tan poco eco en el ámbito político. El nuevo papa, León XIV, hablando después de puentes y de paz en su primera salida en el balcón de la basílica de San Pedro, y en la jornada siguiente una de las primeras noticias de los informativos era el desfile militar, con 11.000 efectivos, en la plaza Roja de Moscú. El mensaje consistió en la exhibición de material, la marcialidad de las tropas y un Vladimir Putin acompañado del primer ministro chino, Xi Jinping, junto a la muralla del Kremlin. El objetivo de la convocatoria era la conmemoración del 80 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, pero Putin lo convirtió todo ello –incluidos los invitados internacionales– en un evento propagandístico personal. En paralelo, otra escena, la de un Donald Trump manifestando en el Despacho Oval su respeto por el papa Prevost, mientras a sus consejeros, que le rodean en la escena, se les escapa la risa, quizás porque recordaban su cabeza disfrazado de pontífice por la inteligencia artificial pocos días antes.

Un mundo de contrastes, sin duda, y muy sintetizado, solo por describir con cuatro pinceladas la fuerza contrapuesta de fotografías obtenidas en Roma, Moscú y Washington en un margen de 24 horas, y muy descriptivas de la distancia que separa los ideales religiosos y civiles de la realidad del momento, del nuevo desorden mundial. Todo esto precisamente ocho décadas después de que las tropas soviéticas izaran su bandera en la cúpula del Reichstag, como símbolo de la caída de Berlín. Aquella fotografía describía algo real, aunque fue manipulada para darle un aire más solemne y épico. Y precisamente en esta última ciudad, Berlín, el nuevo aspirante a canciller, Friedrich Merz, era víctima de la primer revolcón parlamentario antes de iniciar su mandato al frente de un gobierno que quedaba advertido sobre los condicionamientos que implican los equilibrios propios de las fórmulas de coalición.

Desde Madrid, era normal en estas circunstancias tomar nota de la realidad circundante antes de mirar hacia dentro, hacia casa. Los debates de esta semana en el Congreso han sido suficientemente importantes para compartir titulares aquí con los grandes eventos internacionales. Pero lo han hecho siempre con las peculiares características de la idiosincrasia y las costumbres locales. Habrá que ver si el canciller Merz –con cara de palo ese día en el Bundestag– tendrá la soltura –o la soberbia, como dice Feijóo– demostrada por el presidente español, Pedro Sánchez, en sus comparecencias parlamentarias. En ese caso, la convocatoria era inicialmente para informar con algún detalle del proyectado incremento del gasto en materia de seguridad y defensa. Pero los hechos más recientes supusieron, lógicamente, que pasara por delante la información y evaluación de las causas y consecuencias del apagón general del 28 de abril.

Ahora bien, se trató de un debate de siete horas singularísimo, en el que no se dijo nada nuevo, ni nada decisivo para hacerse una idea de las causas del día que pasamos sin electricidad. La larga sesión sirvió, en términos generales, para otra cosa, es decir, para el desahogo de las fuerzas políticas representadas en el Congreso. Con la particularidad de que seguimos sin saber a ciencia cierta qué provocó el apagón y cómo se podrá conseguir que un hecho así no se repita. Los platos por la cabeza se les echaron unos y otros, pero sin que este debate nos aportara alguna luz, tampoco sobre el incremento del porcentaje del PIB con el que contribuiremos a la mejor defensa de Europa y del propio estado español. La mezcla del apagón y el gasto militar no resultó digerible. No se concretó cómo acabará siendo la aportación española a la incertidumbre global. Habrá que volver sobre las dos cuestiones, pero ojalá si se hace, que sea para dar respuestas a las preguntas que siguen sobre la mesa.

Energía y aranceles

Nos quedó claro, en cualquier caso, que Sánchez rechaza el intento de aprovechar el apagón para reabrir el debate sobre las energías renovables y las centrales nucleares. Seguramente podrá conseguir que no cobre nueva fuerza la controversia sobre esta disyuntiva si no volvemos a vivir un corte del suministro eléctrico como el del pasado 28 de abril. Pero el intento ha existido, y ha influido en los motivos expuestos por el PP para no apoyar al decreto sobre la guerra de los aranceles de Trump y sus efectos.

Esto ya sucedió en un segundo debate, cuando se comprobó que el diálogo iniciado con buenas expectativas entre el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, y el vicesecretario general del PP en la misma materia, Juan Bravo, no llegaba a buen puerto. La razón dada por los populares es que el gobierno no ha aceptado ninguna de sus propuestas, entre ellas la de ampliar la vida útil de las nucleares. Este asunto concreto, llegado el caso, podría tener relevancia electoral. Sánchez había jugado la carta en obvia alusión al PP, diciendo que "los mismos que acusan al ejecutivo de no haber dado todavía ninguna información sobre el apagón hace días que recomiendan una solución". Y añadió que esa solución coincide no sólo "con su agenda ideológica", sino también con los "intereses de algunas empresas energéticas".

Al final, el decreto salió adelante en un nuevo ejercicio de geometría variable. El PP ha seguido sin apoyar las iniciativas gubernamentales, ni siquiera cuando se trata de ayudar a empresas y sectores afectados por la guerra de los aranceles. Sería lógico en la fase terminal de un gobierno, pero Sánchez ha vuelto a dar por sentado que acabará la legislatura. En estas circunstancias, cobra especial valor el voto favorable de Junts, a condición de que el 25% de las ayudas llegara a Catalunya. No es poco, si se materializa, porque se trata de la cuarta parte de los 14.100 millones previstos en el decreto. "Si se negocia, como en este caso, con rigurosidad y se cumple –dijo el portavoz de Junts, Josep Maria Cruset–, mi grupo también cumple". En este episodio, los siete votos de Junts han ilustrado la afirmación de Arquímedes cuando decía "dame una palanca y moveré el mundo". Aquí la masa desplazada no ha sido tan grande, pero han merecido la pena el esfuerzo y el resultado.

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