CRÓNICA

El centro de gravedad permanente se desplaza a la derecha

Empieza la XIII legislatura, si es que la presidenta del Parlament, Laura Borràs, no le cambia la numeración, tal como insinuó

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Pere Aragonès a los pasillos del Parlamento .

Battiato è morto y arranca la XIII legislatura si es que la presidenta del Parlament, Laura Borràs, no le cambia la numeración, tal como insinuó hace un tiempo. ¿Es Laura Borràs supersticiosa? No, es una mujer con suerte. O que cree en su suerte y tira millas. La política actual está hecha con este material. En todas partes, hay un montón de políticos así. La socialista Assumpta Escarp, que trabaja desde la edad del hierro, es decir la era preolímpica, en el negocio de la política (negocio político como traducción de affari politici), comenta en el jardín del recinto (el único lugar donde la gente puede quitarse la mascarilla y fumar) que es verdad que esta vez se ha renovado visiblemente el conjunto de los diputados, pero que más nuevo no implica más nivel. Todos los que hemos soportado el soldador de estaño y el sintagma "bafles Vieta" sabemos que a Barcelona jamás volverá el Nivel 10. Se lo tragó la crisis. Ahora la política es un paso a nivel sin barreras. Este es el nivel.

Pero antes que ningún otro, en la era geológica de esta tarde de investidura, eran los comuns quienes se encontraban en el jardín respirando a pleno pulmón (inspirar, espirar, no confundir con expirar). Esto es así, lo del jardín, porque son un poco ecologistas (no quiere decir que estén verdes). El grupo de la CUP está también en el jardín, pero es que ahí tienen los despachos, no entre las plantas, sino en un caserón como el del libro de Dickens. ¿Les hace esto más salvajes en el sentido rousseauniano de la palabra, más feroces en el sentido ovidimontlloriano? Se diría que no, porque parece que estén trabajando en todo momento. La trascendencia no es hacer horas extras.

Como en el circo romano

Seguro que es debido a las restricciones anticovid, pero de todas las autoridades conmemorativas solo han venido dos: el antiguo presidente de la Generalitat José Montilla y el ex presidente del Parlament Joan Rigol. Entre el mármol de los pasillos, rodeado por un puñado de residentes, Montilla se parece al maestro jubilado que ha vuelto a la escuela y habla con los alumnos con afecto distante, pero que no consigue recordar a qué curso iban. Tampoco le importa. El candidato Pere Aragonés le saluda con un choque de antebrazo, ese gesto secreto que ha puesto de moda la pandemia. Estar vivo es una forma de clandestinidad. Pere Aragonés ha llegado en coche con su mujer, pero el vehículo aparca lejos y la mujer desaparece, y ya no se la ve más. Detrás de todo hombre con incógnitas siempre hay un coche muy lejos. Se inicia la sesión y resuenan los timbres, que llaman a los diputados hacia el hemiciclo, como a colegiales. Los parlamentarios marchan en grupos pequeños (subconjuntos de sus grupos políticos) como los gladiadores que entran en el circo. Pero aquí, además de luchar, deben votar. Hay una democracia por acumulación, que aúna a gleba y emperadores. Los diputados de Ciutadans, en esto hacen como los Testigos de Jehová, son mucho de traje y carpeta en mano (naranja, aunque no tengan nada de pagafantas). Ha entrado ya casi todo el mundo en el hemiciclo, y el popular Alejandro Fernández se apresura rezagado. "¡Vas tarde!", le animo lo mismo que se hace en una vuelta ciclista. "¡Para lo que hay que oír!", responde sin pararse.

Pere Aragonés sube al estrado y antes de empezar a hablar se quita la mascarilla igual que Gilda se quitaba el guante. En un callejón oscuro, alguien juega a los dados.

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