La campaña más difícil para ERC

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Pere Aragonès este sábado en Pineda de Mar, su ciudad natal

Barcelona“¿Por qué no se valora la gestión que hemos realizado estos años, con importantes aumentos de inversión en sanidad y educación y con logros como los indultos o la derogación de la sedición que abrieron la puerta a la amnistía?”, se preguntan los dirigentes de ERC. La respuesta es muy fácil: ésta no es la pregunta que están respondiendo los electores a la hora de elegir su papeleta el 12-M. La pregunta que se hace el elector es qué tipo de alianza habrá al día siguiente, porque todo el mundo sabe, incluso los militantes más arruinados del partido, que la fórmula del gobierno monocolor de ERC es irrepetible.

Ante esta pregunta hay dos grandes opciones en la cabeza de la gente: o gobierno independentista o tripartito de izquierdas. Y el problema de ERC es que tiene el electorado dividido entre ambas opciones, y en un momento en que el votante es infiel y estratégico, la tentación de votar a los candidatos que pueden representar más genuinamente estas dos fórmulas, Salvador Illa d' una banda y Carles Puigdemont por otra, es muy fuerte.

Ésta no es una situación nueva para ERC, que siempre ha tenido la doble alma. La paradoja es que sólo cuando el eje nacional monopolizaba el debate, ERC pudo concentrar el máximo de voto. Ahora, con el retorno del eje ideológico, existe una parte del electorado republicano que tiene una fuerte aversión a la figura de Puigdemont y otra, la más independentista, que no quiere saber nada de Isla. Por eso ésta es la campaña más difícil para ERC. El equilibrio resulta muy complicado en un entorno polarizado. "Pero nosotros somos la media del país, los que mejor lo representan", se exclama otro. Puede que sí, pero las elecciones no van de eso. Y el promedio puede ser un conjunto vacío.

PD: Albert Rivera y Cs también podían ser la media española en el 2015, antes de dar el giro a la derecha. Y miren dónde está ahora.

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