Viaje sentimental a Argelers

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Carles Puigdemont, ayer, valorando sus resultados.

Argeleros18 h. Subo por la autopista siguiendo un autocar con la foto de Puigdemont. Catalunya necesita liderazgo, dice. Con un candidato en el exilio y el sistema ferroviario averiado casualmente hoy, la democracia parece un poco de feria. Veo la playa de Argelers, donde estuvo el campo. Llegado al pabellón, también me provoca un efecto de circo, la carpa con food trucks, dianas para jugar a dardos, futbolines y tiradores de cerveza. Como apenas han venido militantes, todo es apagado.

19 h. Por dentro, el pabellón puede imaginarse como un tren. En la cola, un módulo blanco con cristales glaseados, detrás de los cuales se mueven figuras como sombras chinas, Puigdemont y el estado mayor. Después, unas hileras de sillas compulsadas en una pantalla: veo a Rull, Batet, Rahola, Eduard Pujol… Y, por delante, el vagón gordo de la prensa, separado de los políticos por una gran tarima con las cámaras y los fotógrafos. Entre tarima y políticos, una barandilla con aspecto de jaula. Ante la tarima, nuestras mesas, de cara al escenario azul donde subirán los protagonistas.

20 h. Sale Batet. “Esfuerzo, movilización, el CIS volverá a equivocarse…” No hay aplausos, como parecería. La cuestión, me dice Laura Borràs, es si el nacionalismo catalán tiene o no la mayoría. Clarísimo: si Puigdemont puede o no ser presidente. 21 h. Reparten bocadillos. Llegan a los móviles fotos de la cena que reparte el PSC: carne, croquetas… "¡Ya lo ves!" 22 h. Llueve fuera y el techo es de chapa. Los resultados van sabiéndose. Ahora parece un tren de la bruja: varapalo nacionalista por tanta promesa incumplida, merecida y abrumadora. El ambiente es gris y aplastado. Parece la espera del médico que tiene que dar malas noticias. Se alarga.

23 h. Aplausos. Entra Puigdemont seguido por los suyos. Silencio sepulcral. Suben al escenario. Son muchos y se unen mucho como una familia en un momento delicado. “Meritorio, hemos ganado en más de treinta comarcas, responsabilidad… Sin embargo… Los efectos de la desunión…” Borràs va asintiendo. Largos aplausos. Salen arrastrando los pies. Nogueras abraza a Rahola, mano en la espalda, friegas. De la forma que sea, a los nacionalistas catalanes el sentimentalismo acaba siempre robándoles la cartera.

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