BarcelonaAhora mismo hay un puñado de millones de españoles para los que la victoria de la derecha este próximo domingo es algo tan incontrovertible que no es concebible un escenario alternativo. Evidentemente, este estado de opinión alentado por los medios conservadores busca dos efectos: por un lado, desmovilizar al electorado de izquierdas (quedaos en casa, porque no hay nada que hacer y, en todo caso, si usted tiene miedo de Vox la mejor opción es votar a Feijóo para que tenga mayoría absoluta), y por otra, provocar al conocido como efecto carro ganador o bandwagon (hay una parte del electorado que vota al favorito porque también quiere sentirse parte del mainstream).
En cambio, para la izquierda todas las esperanzas están depositadas en otro efecto bien conocido por los especialistas en demoscopia: el voto oculto. Visto desde Catalunya puede parecer estrambótico, pero no es nada descabellado pensar que en ciertas zonas de España, por ejemplo en ambientes rurales, haya electores socialistas que estén escondiendo su voto a los encuestadores por miedo a ser estigmatizados.
El domingo saldremos de dudas, pero hay algo que ya sabemos: si la derecha no suma habrá mucha gente en España que no lo entenderá, y que puede ser fácilmente víctima de teorías de la conspiración, es decir, de pensar que ha habido un fraude electoral masivo al estilo del que Donald Trump denunció para justificar su derrota ante Joe Biden. Aquí la derecha, con su estrategia de demonización de Sánchez y de polarización extrema, está jugando con fuego, porque ya sabemos cómo acabó la historia en Estados Unidos.
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