BarcelonaSin avisar en sus propias filas, este jueves el exconseller y diputado de Junts Lluís Puig se presentó con su esposa en la delegación del gobierno de la Generalitat en Bruselas para saludar al presidente, Salvador Illa. El Govern le había enviado una invitación personal, como al expresidente Carles Puigdemont y al exconseller Toni Comín, y él decidió acudir más allá de sus compañeros de exilio. Para él, el gobierno de la Generalidad es el gobierno de la Generalidad, lo presida quien lo presida. Las cámaras captaron el saludo fugaz entre Illa y Puig, suficiente para que posteriormente el presidente se emocionara ante un off con periodistas.
Albert Batet, como responsable del grupo de Junts en el Parlament, aprovechó el gesto de Puig para jugarlo bien a favor de los junteros después de que Puigdemont reprochara a Isla la ausencia de una reunión con él en Bruselas . “El respeto institucional a la presidencia de la Generalitat se predica y se practica como hoy ha demostrado el conseller Lluís Puig. Desgraciadamente, no es recíproco”, pió Batet. Ahora bien, el presidente del grupo llamó al exconseller para tocarle la cresta: no sabían nada. Del gesto de Puig se podían haber hecho muchas lecturas, también la de una ruptura interna de la estrategia de Junts con Salvador Illa.
Este episodio es el ejemplo más gráfico que Puig se ha convertido en un satélite autónomo dentro del exilio. El exiliado del exilio. Ya hace tiempo que es así: Puig es un verso libre, aunque cerrar filas con Puigdemont. Hay tres momentos que han contribuido a que acabe siendo así. El primero es cuando el expresidente y Comín –y más tarde Clara Ponsatí– se hacen eurodiputados. Puig queda de facto menos protegido que el resto, puesto que se mantiene como diputado en el Parlamento y la inmunidad no es ni mucho menos la misma. E, incluso, hay un momento en que Laura Borràs como presidenta del Parlament explora la posibilidad de que Puig deje el acta para evitar ponerla en una situación de riesgo (que acabará asumiendo) por los recursos que presentaban el PP, Vox y también el PSC en el Tribunal Constitucional para que el exiliado no pudiera votar. Hablan de situarle de asesor en algún departamento de la Generalitat, pero se desestima. Puig quiere mantenerse como diputado escogido de Junts.
La brecha más grande, sin embargo, se produce cuando Lluís Puig decide cambiar de estrategia jurídica y desmarcarse de la vía que ha seguido el abogado Gonzalo Boye con Puigdemont, en el que el letrado centra todos sus esfuerzos. Quiere aparcar la confrontación y decide confiar en Miquel Sàmper, ahora consejero de Empresa –el vínculo indirecto entre Puig e Illa–, para que explore un pacto con la Fiscalía y el juez instructor Pablo Llarena para poder personarse en el Tribunal Supremo sorteando la cárcel, siguiendo el camino que primero emprendió Meritxell Serret (ERC) y después Anna Gabriel (CUP).
El acuerdo se exploró y casi llegó: paradójicamente, la derogación del delito de sedición pactado entre PSOE y ERC lo dinamitó. Puig, acusado de desobediencia y malversación, a partir de entonces quedó subsumido en el mismo grupo que Puigdemont y Comín, que hasta ese momento estaban en otro nivel de acusación porque se les atribuía sedición. Ya no había rendija para hacerle ninguna excepción. Ahora, como el resto de exiliados, espera a la amnistía.
El presidente, Salvador Illa, sale a correr de mañana cada semana y su intención era mantenerlo también durante el viaje a Bruselas. Tanto es así que a las seis de la mañana del jueves una serie de periodistas estaban convocados para hacer 10 kilómetros desde la sede de la Generalitat en Bruselas. Sin embargo, a las 22.56 del día antes recibieron un mensaje de última hora de que la salida se suspendía: había riesgo de hielo.
Esta semana se ha vivido una negociación de infarto en el Congreso con la reforma fiscal. El PSOE ha logrado la cuadratura del círculo entre la derecha y la izquierda, pero hubo dos diputados socialistas que no votaron las enmiendas a mediodía del jueves. : ni Pedro Sánchez ni José Luis Ábalos, diputado no adscrito, estaban en el hemiciclo. La votación se produjo justo después de la declaración de Víctor de Aldama que les señalaba en la Audiencia Nacional.