La gran pregunta sin una sola respuesta: ¿qué fue el 1-O?

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Imatge del colegio La Concepción, en Barcelona, durante la jornada del 1-O.

El intercambio de cartas de esta semana entre Oriol Junqueras y Jordi Sànchez en este diario, que tenía que servir en principio para mostrar las diferencias estratégicas entre ERC y Junts alrededor de la vía unilateral, ha provocado todo lo contrario. Junqueras y Sànchez son ahora objeto de las críticas por parte del independentismo más duro por haberse atrevido a cuestionar el relato oficial sobre el 1-O. Queriéndose desmarcar, Sànchez ha acabado en el mismo lado que Junqueras en esta guerra.

El artículo de Junqueras era valiente por lo que tenía de autocrítica. Por un lado recogía el guante lanzado en su día por Carme Forcadell cuando reconoció que les había faltado empatía con los contrarios a la independencia, y del otro lanzaba una crítica de profundidad a la vía unilateral (sin llamarla por su nombre, eso sí, porque todavía forma parte del ideario del partido). La frase clave es esta: “Porque sabemos que otras vías no son viables ni deseables en la medida que, de hecho, nos alejan del objetivo que hay que lograr”. Aquí Junqueras dice dos cosas: la primera es que la vía unilateral no es viable (sin fuerza coercitiva, reconocimiento internacional, etc.). Y la segunda, y más importante, es que no es deseable porque abocaría a una fractura social, a un enfrentamiento interno entre catalanes que, a la larga, haría también inviable el objetivo.

Respuesta de Sànchez

En cambio la carta de Sànchez defiende la vía unilateral, pero da la impresión que más como estrategia para forzar una negociación con el Estado que como vía para lograr directamente la independencia. Por eso, cuando habla del 1-O dice: “De hecho, soy de los que creen que el 1 de Octubre fue concebido más para forzar el gobierno español a abrir una vía de diálogo y negociación para lograr un referéndum acordado que para proclamar efectivamente la independencia”. Por lo tanto, lo que tenemos es que tanto la crítica de la vía unilateral por parte de Junqueras como la defensa de esta que hace Sànchez son solo por una cuestión táctica: uno piensa que resta apoyos internos y por lo tanto es contraproducente, y el otro lo ve como una carta para presionar al Estado.

El problema es que esto no es lo que se explicó antes del 1-O, que se presentó como un referéndum de verdad y se dejó creer a la gente (la independentista pero también la unionista, que corrió a sacar su dinero de los bancos) que se contaba con la capacidad para hacerla efectiva, lo que después se demostraría que no era así. Y que el objetivo final era obligar al Estado a sentarse en una mesa es evidente porque, cuando este hecho no se produjo, la única alternativa que se puso sobre la mesa era elegir entre exilio o cárcel. Por lo tanto, es lógico que haya sectores del independentismo que se sienten estafados. Ahora bien, lo que es incomprensible es que tres años y medio después todavía se esté discutiendo sobre qué fue el 1-O. Hasta ahora, la mejor definición es la que dio Jordi Cuixart durante el juicio, cuando dijo que fue “el ejercicio más grande de desobediencia civil que ha habido en Europa”.

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