La nueva legislatura catalana

Josep Rull, el preso político y (eterno) diputado de CiU que rodeó el país con un Dos Caballos amarillo

Del sector socialdemócrata de Junts, empezó de diputado en el Parlament en 1997 y considera Terrassa su mejor escuela

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Josep Rull, nuevo presidente del Parlament, durante su discurso

BarcelonaHasta este domingo por la noche Josep Rull no sabía que sería el nombre que Junts propondría para dirigir el Parlamento. Se lo dijo personalmente el expresidente Carles Puigdemont, a la vez que Anna Erra, hasta ahora presidenta, también se enteró de que ya no era la candidata de su partido para liderar la cámara. Rull no ha estado implicado directamente en las negociaciones para la mesa con Esquerra y la CUP, pero su predisposición a asumir el encargo fue inmediata: enseguida dijo que sí. Nacido en Terrassa en 1968, el ex conseller de Territori durante el gobierno del 1-O es un político de piedra picada, que lleva toda una vida dedicada a ello. Empezó desde muy joven a militar en las juventudes de Convergència, la JNC, en 1986, y en 1994 se convirtió en secretario general de los jóvenes de CDC. Su mano derecha, Damià Calvet, con quien lleva más de treinta años tándem, recuerda cómo recorrían Catalunya con un Dos Caballos de color amarillo. Lo descapotaban e iban arriba y abajo para "hacer grandes" a las juventudes, mientras ya ponían un pie en Convergència: Rull empieza a militar en el 89 y ya se preparaban, como nueva generación, para dar el salto adelante al partido de los grandes, que querían independentista y socialdemócrata como ellos.

Y es que Rull es el eterno candidato a estar en la primera línea política. Cuando existía Convergència y también ahora, con Junts. Fue durante años la joven promesa de CDC para suceder a Artur Mas e incluso recientemente sonó como posible candidato a la Generalitat de Junts si Puigdemont no daba un paso adelante en las elecciones catalanas. Querido por la militancia, de trato afable y dialogante, nunca pierde la oportunidad de poner épica en sus palabras y siempre ha destacado por tener buena relación con las demás fuerzas políticas. O, al menos, por no generar anticuerpos.

Ahora bien, cuando estaba en CDC su momento de liderazgo llegó en el peor tiempo para el partido. Tras el paso junto a Oriol Pujol como secretario general por el caso de las ITV, Artur Mas ungió a Josep Rull como coordinador general de la formación el 25 de julio del 2014, el mismo día que Jordi Pujol confesaba la deja. Fue Rull, pues, quien se encargó de matar al padre, y tuvo que lidiar con los registros en la sede de la calle Còrsega por el caso 3%. Un caso que, como el de Pujol, diez años después todavía no se ha juzgado.

Los inicios

Abogado de formación –ahora ejercía en la Mutua de Terrassa–, Rull siempre habla del ayuntamiento de su ciudad, donde fue cabeza de lista de CiU a partir del 2003, como la mejor escuela de política institucional. Su entorno era más complicado que el que podía tener un dirigente de Convergència por el lugar en el que hacía política: por la complejidad social del municipio y porque iba a hacer oposición en un feudo del PSC. De hecho, su labor contrastaba con lo que había vivido en sus inicios en el Parlament, donde se inició como diputado de la bancada de la mayoría de CiU cuando Jordi Pujol todavía era presidente, en 1997. Fue un de los diputados más jóvenes que entraron en la cámara catalana y mantuvo su escaño ininterrumpidamente en todas las legislaturas hasta la sentencia de prisión del 1-O.

Ahora bien, en su currículum –y en el de su entorno– también hay una de las guerras internas más fratricidas dentro del espacio convergente: la batalla con Jordi Turull. Ambos fueron incapaces, generacionalmente, de ponerse de acuerdo cuando fue la hora de constituir el PDECat en 2016, con la disolución formal de Convergència, y protagonizaron una disputa entre sectores que no acabó hasta en el año 2017, cuando Rull y Turull compartieron celda en Estremera. Allí sellaron la paz.

El gobierno del año 2017

El 1 de Octubre y la cárcel son los hechos que más políticamente la han marcado. Durante el verano del 2015, con la creación de Junts pel Sí, Rull mostró su predisposición a que Artur Mas entrara en el nuevo gobierno de la Generalitat y, sobre todo, a asumir la cartera de Territorio, donde tenía una agenda sectorial amplia a desarrollar: desde la lucha contra el cambio climático hasta la ampliación de la red de trenes, una de sus obsesiones políticas. Sin embargo, la legislatura de 2017 fue esencialmente otra cosa: Carles Puigdemont llegó al frente de la Generalitat y todo giró en torno al "referéndum o referéndum". Un reto que Rull se hizo suyo hasta el punto de que fue él, junto a Turull, quien convenció a Puigdemont para que no convocara elecciones anticipadas tras el 1-O y sacara adelante la proclamación de independencia.

Después, la historia es conocida: Rull acabó junto con medio gobierno en prisión, de donde no salió hasta los indultos de Pedro Sánchez del 2021. También se benefició de la última reforma del Código Penal pactada entre ERC y el PSOE, que derogó el delito de sedición, ya que por ese motivo se pudo presentar a las elecciones del 12 de mayo. Tras 38 años dedicándose a la política, desde este lunes es la segunda autoridad del país.

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